Por Josué Hernández
No todo el que envejece, madura. Todos reconocemos
que hay una gran diferencia entre “edad” y “madurez”. Idealmente, cuanto
mayores seamos, más maduros deberíamos ser. Sin embargo, muchas veces, lo ideal
no es real. El resultado de la inmadurez son los problemas personales,
familiares y entre hermanos en Cristo.
La epístola de Santiago fue escrita para un
auditorio que sufría por la inmadurez espiritual (cf. Sant. 1:4; 3:2). Queremos
saber de antemano lo que encontraremos en el camino al estudiar la epístola de
Santiago, y la presente lección tiene el propósito de mostrarnos a dónde vamos
y lo que podemos esperar en este viaje bíblico.
¿Quién fue Santiago?
“El nombre Santiago es igual que Jacobo o Jaime (y
aún Diego)… El texto griego dice, en Stg. 1:1, iakobos (Jacobo), como también
en los demás textos del Nuevo Testamento referentes a este nombre” (Bill H.
Reeves, Notas sobre Santiago). Varios hombres en el registro del Nuevo
Testamento llevaron este nombre:
- Jacobo el pescador de Galilea (Mat. 4:18-22). Quien junto a su hermano Juan fueron llamados “hijos del trueno” (cf. Mar. 3:17; Luc. 9:51-56). Quien fue asesinado por Herodes (Hech. 12:1,2; año 44 D.C.).
- Jacobo hijo de Alfeo (cf. Mat. 10:3; Hech. 1:13). Otro de los apóstoles. No hay indicios de que haya escrito alguna epístola.
- Jacobo el padre del apóstol Judas (Luc. 6:16). Un personaje oscuro en el registro bíblico. No hay indicio de que haya escrito alguna epístola.
- Jacobo el hermano del Señor (cf. Gal. 1:19). El hermano en cuanto a la carne de Jesús de Nazaret (Mat. 13:55), quien al principio no creía en Jesús (Jn. 7:5), pero que después de la resurrección de Jesús se convirtió en su discípulo (1 Cor. 15:7; Hech. 1:14). Este es el candidato más probable.
Jacobo, el hermano del Señor, se identifica a sí
mismo como “siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (Sant. 1:1). Un hermano
columna de la iglesia en Jerusalén (Gal. 2:9), en la opinión de Pablo y la
nuestra también:
- Cuando Pedro fue liberado de la cárcel envió un mensaje especial a Jacobo (Hech. 12:17).
- Desempeñó una participación importante en la conferencia en Jerusalén (Hech. 15:13-33).
- Cuando Pablo visitó Jerusalén se reunió especialmente con Santiago (Hech. 21:18,19).
¿Qué tipo de hombre era Santiago?
Un hombre profundamente espiritual que obtuvo
prominencia en la iglesia de Jerusalén. Es conocido como “Santiago el justo”.
La tradición nos informa que fue un hombre de oración, lo cual explica su
énfasis en la oración en la epístola. Se dice que oraba tanto que sus rodillas
eran tan duras como las de un camello.
La tradición nos informa que Santiago fue martirizado
en el año 62 D.C., al ser arrojado desde el pináculo del templo, para luego ser
golpeado con palos y piedras hasta morir. Se indica que antes de morir Santiago
dijo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
¿A quiénes escribió Santiago?
La frase “las doce tribus de la dispersión” (Sant.
1:1), ha sido interpretada básicamente de tres maneras, las cuales son las
siguientes:
- Santiago escribió a los judíos que vivían fuera de Palestina. Por lo tanto, “doce tribus” sería una referencia al pueblo de Israel, la nación judía (cf. Hech. 26:6,7) que desde los cautiverios asirio y babilonio estaba esparcido entre las naciones (cf. Hech. 2:5-11). Este enfoque de interpretación es inverosímil.
- Santiago escribió a judíos cristianos. Muchas veces les llama “hermanos”. Los cuales serían sus hermanos en el Señor, y no hermanos en la carne (cf. Sant. 2:1). Este enfoque de interpretación tiene fuerza y mérito.
- Santiago escribió a cristianos en general. Entonces, la frase “las doce tribus de la dispersión” no se limita a cristianos judíos sino a todos los cristianos quienes forman el Israel espiritual (cf. Gal. 6:16). Pedro usa el término para la iglesia como el nuevo pueblo de Dios (1 Ped. 1:1; 2:9,10). Este enfoque de interpretación ha sido adoptado por este estudiante de la Biblia.
La condición general de los destinatarios era la
pobreza. Siendo cristianos judíos, eran rechazados tanto por los los judíos.
Siendo cristianos gentiles, eran rechazados por sus paisanos. La epístola
indica que la mayoría de los destinatarios era oprimida por los ricos (Sant.
2:6,7).
¿Por qué les escribió Santiago?
Santiago quiere corregir la mentalidad de ellos, y
ciertas actitudes y conductas. No reconocían el valor de las pruebas, ni el
proceso de la tentación. Oían la palabra pero no la ponían en práctica. Hacían
acepción de personas. Competían por el puesto de maestro. No usaban bien su
lengua. Eran faltos de sabiduría. Había mundanalidad en sus vidas. ¿Puede
reconocer estos y otros problemas en la hermandad hoy? Ciertamente la epístola
de Santiago continúa desafiándonos a madurar y desarrollarnos en el Señor.
Las deficiencias del auditorio bien se resumen con
la declaración, “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”
(Sant. 1:8). Estos defectos, vicios, y fallas, tienen sus raíces en el “doble
ánimo”. Este “doble ánimo” indica un corazón dividido que debe ser limpiado
(cf. Sant. 4:8).
Pero, Santiago no solo señala el error, sino que
también procura lograr un estado de madurez en sus lectores, propósito que es
resumido en la declaración, “para que seáis perfectos y cabales, sin que os
falte cosa alguna” (Sant. 1:4; cf. 3:2).
El propósito de Santiago es lograr la madurez
espiritual en su auditorio. Dios requiere de hombres y mujeres maduros. Pero,
muchas veces sólo encuentra niños y niñas en su pueblo.
¿Cómo podemos aprovechar al máximo esta
epístola?
Para disfrutar plenamente del beneficio de la
epístola de Santiago, primeramente, debemos nacer de nuevo. Santiago escribe a
un auditorio parido por Dios (Sant. 1:18). Este nuevo nacimiento se produce por
la obediencia a la palabra del evangelio (1 Ped. 1:22,23), lo cual implica el
nacer “de agua y del Espíritu” (Jn. 3:5), proceso que se completa en el
bautismo (cf. Mar. 16:16; Tito 3:5), lo que siempre se enseñaba en el primer
siglo (Hech. 2:38,41; 22:16).
En segundo lugar, debemos examinarnos honestamente.
Santiago compara a la palabra de Dios con un espejo (Sant. 1:22-25), este
espejo divino nos permite ver la realidad y corregirnos.
En tercer lugar, debemos obedecer lo que
aprendemos. Ser “hacedores” no simplemente “oidores” (Sant. 1:22). La bendición
no viene por simplemente oír la verdad, sino por obedecer la verdad (Sant.
1:25).
En cuarto lugar, debemos prepararnos para las
pruebas. No hay otra forma de desarrollar la paciencia (Sant. 1:3). Sin embargo,
todo sufrimiento valdrá la pena (Sant. 1:12).
Por último, debemos medir nuestra estatura
espiritual. Pero, no debemos medirnos comparándonos con otros (cf. 2 Cor.
10:12). Debemos medirnos en relación a Cristo y su palabra.
Conclusión
No todos los que envejecen, crecen y maduran.
Sencillamente, no es lo mismo “edad” que “madurez”. Un cristiano de 15, 20 ó 30
años no será necesariamente un cristiano maduro.
Los cristianos maduros se gozan en el Señor a pesar
de las pruebas, perseveran en oración, superan las tentaciones mientras
trabajan en la obra, y son fuente de ánimo y apoyo en la iglesia.