Lecciones para la familia en el libro Génesis

 


Por Josué Hernández

 
Hablando del Antiguo Testamento el apóstol Pablo dijo por el Espíritu, “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Rom. 15:4). Y escribiendo a Timoteo, Pablo afirmó, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16,17).
 
Hay mucho que podemos aprender sobre la vida familiar de aquellos que vivieron hace tanto tiempo. En el presente artículo queremos considerar algunas lecciones para la familia en el libro Génesis, lecciones basadas en el éxito como en el fracaso.
 
Es posible la piedad familiar a pesar del ambiente impío que la rodea. La familia de Noé lo fue (7:1). Deténgase a pensar en lo que Dios afirmó respecto al liderazgo familiar de Abraham (18:19).
 
Las relaciones familiares no deben superar a Dios y su voluntad. Abraham aprendió esta lección, ya sea respecto a Ismael (17:18) como a Isaac (22:2).
 
Nuestras familias pueden verse afectadas negativamente por la mala elección de los padres. Considere el caso de las hijas de Lot (19:12-38).
 
Los pecados de los padres fácilmente pueden ser luego emulados por sus hijos. Isaac (26:1-11) repitió el mal ejemplo de mentir de Abraham (20:1-18). Jacob (30:1-43) siguió la influencia de su madre Rebeca (27:1-29).
 
El amor, la fidelidad, y la felicidad matrimonial, son en gran manera una decisión, y pueden aprenderse e implementarse si queremos. Isaac se casó con Rebeca el día que la conoció (24:67).
 
El padre de familia debe ser un líder espiritual. Isaac oró por su familia (25:21). Jacob llamó a su familia al arrepentimiento (35:2,3).
 
A los niños se les debe permitir el desenvolverse de acuerdo con su temperamento, intereses y oportunidades. Jacob y Esaú no podrían ser más diferentes en estas cosas (25:27).
 
Los hermanos son guardas el uno del otro (4:9), y por lo tanto, deben amarse y velar por el bien del otro. Además de la tragedia de Caín y Abel (4:1-8), leemos de los problemas entre Jacob y Esaú (25:29-34), y entre José y sus hermanos (37:11).
 
La conducta de uno afecta a su familia, incluso años después, cuando los hijos han crecido. Los matrimonios de Esaú trajeron dolor a sus padres (26:34,35). Las tristezas que afectaron a Jacob provenían de su propia familia (47:9).
 
El favoritismo de los padres siempre traerá problemas al matrimonio y a la familia. Jacob ilustra esto perfectamente, tanto por ser el receptor del favoritismo (27:1-40) como en el dar favoritismo (37:3,4).
 
Los padres deben trabajar en equipo, no como oponentes. Isaac y Rebeca fallaron en esto terriblemente (27:1-40).
 
Honramos a nuestros padres no solo por lo que les decimos, sino primeramente por la forma en que vivimos. Jacob dijo cosas lindas a su padre mientras le mentía (27:1-29).
 
Los padres pueden engañarse a sí mismos fácilmente cuando no están pendientes de examinar sus corazones respecto al trato a sus propios hijos. Labán descuidó a su hija Lea, maltratándola, y todo por sacar provecho de Jacob (29:21-27).
 
La principal responsabilidad familiar de uno es con su cónyuge, los padres son secundarios. Raquel y Lea ilustran esto en la disputa entre Labán y Jacob (31:4-16).
 
Los acusadores son despreciados fácilmente, aún por sus hermanos. José aprendió esto cruelmente (37:2). Por supuesto, es necesario informar sobre lo que debe ser corregido en la familia.
 
Debemos tener cuidado con las circunstancias dentro de casa que puedan conducir a la tentación. Un criado joven y apuesto, y una esposa lujuriosa, resultarán desastrosos (39:7-18).
 
Los cambios genuinos de corazón siempre son posibles, y el perdón es esencial. No hay lugar para los rencores. Los hermanos de José lo maltrataron más de lo que cualquiera podría soportar de un familiar, pero José los perdonó (50:19-21).