Hablando del
Antiguo Testamento el apóstol Pablo dijo por el Espíritu, “Porque las cosas que
se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por
la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Rom.
15:4). Y escribiendo a Timoteo, Pablo afirmó, “Toda la Escritura es inspirada
por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado
para toda buena obra” (2 Tim. 3:16,17). Hay mucho
que podemos aprender sobre la vida familiar de aquellos que vivieron hace tanto
tiempo. En el presente artículo queremos considerar algunas lecciones para la
familia en el libro Génesis, lecciones basadas en el éxito como en el fracaso. Es posible
la piedad familiar a pesar del ambiente impío que la rodea. La familia de Noé lo
fue (7:1). Deténgase a pensar en lo que Dios afirmó respecto al liderazgo
familiar de Abraham (18:19). Las
relaciones familiares no deben superar a Dios y su voluntad. Abraham aprendió
esta lección, ya sea respecto a Ismael (17:18) como a Isaac (22:2). Nuestras
familias pueden verse afectadas negativamente por la mala elección de los
padres. Considere el caso de las hijas de Lot (19:12-38). Los pecados
de los padres fácilmente pueden ser luego emulados por sus hijos. Isaac
(26:1-11) repitió el mal ejemplo de mentir de Abraham (20:1-18). Jacob
(30:1-43) siguió la influencia de su madre Rebeca (27:1-29). El amor, la fidelidad,
y la felicidad matrimonial, son en gran manera una decisión, y pueden
aprenderse e implementarse si queremos. Isaac se casó con Rebeca el día que la
conoció (24:67). El padre de
familia debe ser un líder espiritual. Isaac oró por su familia (25:21). Jacob
llamó a su familia al arrepentimiento (35:2,3). A los niños
se les debe permitir el desenvolverse de acuerdo con su temperamento, intereses
y oportunidades. Jacob y Esaú no podrían ser más diferentes en estas cosas
(25:27). Los hermanos
son guardas el uno del otro (4:9), y por lo tanto, deben amarse y velar por el
bien del otro. Además de la tragedia de Caín y Abel (4:1-8), leemos de los
problemas entre Jacob y Esaú (25:29-34), y entre José y sus hermanos (37:11). La conducta
de uno afecta a su familia, incluso años después, cuando los hijos han crecido.
Los matrimonios de Esaú trajeron dolor a sus padres (26:34,35). Las tristezas
que afectaron a Jacob provenían de su propia familia (47:9). El
favoritismo de los padres siempre traerá problemas al matrimonio y a la
familia. Jacob ilustra esto perfectamente, tanto por ser el receptor del
favoritismo (27:1-40) como en el dar favoritismo (37:3,4). Los padres
deben trabajar en equipo, no como oponentes. Isaac y Rebeca fallaron en esto terriblemente
(27:1-40). Honramos a
nuestros padres no solo por lo que les decimos, sino primeramente por la forma
en que vivimos. Jacob dijo cosas lindas a su padre mientras le mentía
(27:1-29). Los padres
pueden engañarse a sí mismos fácilmente cuando no están pendientes de examinar
sus corazones respecto al trato a sus propios hijos. Labán descuidó a su hija
Lea, maltratándola, y todo por sacar provecho de Jacob (29:21-27). La principal
responsabilidad familiar de uno es con su cónyuge, los padres son secundarios.
Raquel y Lea ilustran esto en la disputa entre Labán y Jacob (31:4-16). Los
acusadores son despreciados fácilmente, aún por sus hermanos. José aprendió
esto cruelmente (37:2). Por supuesto, es necesario informar sobre lo que debe
ser corregido en la familia. Debemos
tener cuidado con las circunstancias dentro de casa que puedan conducir a la
tentación. Un criado joven y apuesto, y una esposa lujuriosa, resultarán
desastrosos (39:7-18). Los cambios
genuinos de corazón siempre son posibles, y el perdón es esencial. No hay lugar
para los rencores. Los hermanos de José lo maltrataron más de lo que cualquiera
podría soportar de un familiar, pero José los perdonó (50:19-21).