“Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” (Rom. 2:21)
Por Josué I. Hernández
Al indicar que los judíos necesitan el evangelio de Cristo, y están
perdidos al igual que los gentiles (Rom. 3:23), el apóstol Pablo señaló la
inconsecuencia en la vida de los judíos que enseñaban lo que no practicaban
(Rom. 2:17-24), una cosa que también condenó el Señor en ellos (Mat. 23:3). ¡Qué fácil es señalar, corregir, y denunciar, el pecado en otros y
postergar nuestra propia obediencia! ¡Qué fácil es dejar de examinarnos a
nosotros mismos (2 Cor. 13:5) y dejar ocuparnos de nuestra salvación con temor
y temblor (Fil. 2:12)! Cristo dijo, “saca primero la viga de tu propio ojo” (Mat. 7:5). Pablo amonestó
a los ancianos de Éfeso con las siguientes palabras: “mirad por vosotros”
(Hech. 20:28), y apremió a Timoteo diciendo, “Ten cuidado de ti mismo” (1 Tim.
4:16). El ejemplo de Esdras es tremendo, “Porque Esdras había preparado su
corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en
Israel sus estatutos y decretos” (Esd. 7:10). Este varón de Dios enseñaba lo
que practicaba. En su segundo tratado, Lucas indica que nuestro Señor Jesucristo hacía
lo que enseñaba: “las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar” (Hech. 1:1).
Para los que creemos en la revelación plenaria de las Sagradas Escrituras el
orden de los verbos es significativo. En el plan de Dios debemos enseñar lo que
estamos obedeciendo y jamás dejar de obedecer alguna cosa que hayamos aprendido
del Señor (Ef. 4:20,21). “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” (Rom. 2:21). ¿Condenas
el uso de ropa inmodesta en las mujeres y te muestras sin camiseta
desvergonzadamente solo porque eres hombre? ¿Hablas del amor de Cristo y
maltratas a tu esposa e hijos? ¿Alabas a Dios y maltratas a tu prójimo que está
hecho a su imagen? ¿Predicas sobre el orden y eres un desordenado con tu tiempo
y finanzas? ¿Dices que la Biblia es la palabra de Dios y no la estudias?
¿Predicas sobre la oración y no oras? ¿Enseñas sobre el dominio propio y comes
en exceso? ¿Afirmas que el mundo es impío y no vives en el temor de Dios? Que nos miremos detenidamente en el espejo de la ley de la libertad
(Sant. 1:23-25) para examinarnos (2 Cor. 13:5) y corregir con diligencia lo que
hubiese que corregir en nosotros mismos primero.