Por Josué I. Hernández
A su llegada a Éfeso, Pablo encontró a doce
discípulos. Les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo cuando creyeron. Ellos
respondieron que nunca habían oído hablar del Espíritu Santo. La información
que revelaron indicó que habían sido bautizados en el bautismo de Juan.
Entonces, el apóstol Pablo les explicó que el bautismo de Juan fue uno limitado
en tiempo y alcance, un bautismo en la expectativa de aquel que vendría después
de Juan, es decir, Jesucristo. Cuando los doce oyeron todo esto llegaron a ser
bautizados en el nombre del Señor Jesús (Hech. 19:1-5).
Este incidente nos enseña un punto vital: No
todo “bautismo” es aceptable a Dios. Si lo fuera, hubiese resultado innecesario
bautizar en el nombre de Jesús a quienes ya habían sido bautizados en el
bautismo de Juan. Sin embargo, la Biblia dice que hay solo “un bautismo” (Ef.
4:5), y este bautismo único:
- Es una inmersión en agua (según la definición propia de “bautismo”) de alguien que informado acerca de Jesucristo llega a creer en él y se arrepiente de sus pecados (Hech. 2:37,38; 8:36-38), por lo tanto, el bautismo que Cristo mandó no es para bebés (Mat. 28:19; Mar. 16:16).
- Es en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mat. 28:19), es decir, es para entrar en relación de comunión con la Deidad.
- Es para lavar los pecados (Hech. 22:16).
- Es la semejanza de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, y la instancia en la cual se alcanzan los beneficios de su muerte (Rom. 6:3,4; Col. 2:12).
- Es para salvación (Mar. 16:16; 1 Ped. 3:21).
- Es para ser revestido de Cristo y ser añadido a su iglesia (Gal. 3:27; 1 Cor. 12:13).
Los discípulos en Éfeso cumplían sólo con
algunos de estos criterios, por lo tanto, su bautismo era insuficiente,
inadecuado, inaceptable para su salvación. En realidad, este no fue un caso de “re-bautismo”
porque nunca habían sido bautizados aceptablemente para con Dios.
Mucho de lo que se llama “bautismo” en
nuestros días es una cosa desconocida en el Nuevo Testamento. Algunos rocían
agua, otros bautizan a infantes, y la mayoría bautiza no para el perdón de los
pecados y la salvación en Cristo, sino que bautizan para mostrar la supuesta
salvación ya conseguida y para ser miembros en plena comunión en la denominación.
¿Y usted amigo? ¿Ha sido bautizado conforme a
los criterios que revela la palabra de Cristo? Si no, ¿podrá usted ser salvo
sin obedecer al evangelio (Hech. 2:38,41,47)?
“Ahora, pues, ¿por
qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”
(Hech. 22:16).