Corazones y pensamientos endurecidos


 
Por Josué I. Hernández

 
En su relato del evangelio, Marcos nos informa de las críticas que Jesús soportó de los líderes religiosos, cuando afirmó que tenía autoridad para perdonar pecados (Mar. 2:6,7) y comía con los pecadores (v.16), cuando vieron que sus discípulos no ayunaban (v.18) y arrancaban espigas el sábado (v.23,24).
 
Todo estudiante de la Biblia sabe que el conflicto entre Jesús y los líderes religiosos se intensificó desde la crítica hasta la misma conspiración para matarlo. Marcos nos informa de como buscaban oportunidad para acusarlo (Mar. 3:1,2) y destruirle (3:6).
 
Nos impresiona la dureza del corazón de los fariseos, lo cual llevó a Jesús a la tristeza y el enojo (Mar. 3:5), y es fácil hacer una crítica de la dureza del corazón de ellos, distrayéndonos de la condición de nuestro propio corazón.
 
El problema de los corazones endurecidos
 
He aquí un problema antiguo (ej. Caín, Faraón, Israel) y general (cf. Ef. 4:17-19), problema que conduce a la torpeza espiritual, y la incapacidad de percibir la verdad (cf. Mar. 6:51,52; 8:13-21; 16:14). Sencillamente, la dureza de corazón conduce a la resistencia mental, al rechazo de la verdad, y en consecuencia, a la pérdida de la salvación.
 
El caso de los fariseos es patente. Estaban cegados a las palabras y bienes que Jesús hacía, por lo cual Jesús enseñaba por parábolas (Mat. 13:10-17; cf. Mar. 4:4,15). El resultado final de la dureza de corazón es la calamidad (Prov. 28:14; Rom. 2:5).
 
El corazón endurecido produce malos pensamientos. La razón es obvia. Corazones duros producen pensamientos endurecidos, por ejemplo, y nuevamente lo mencionamos, el plan para matar a Jesús. Normalmente los fariseos no estarían en común acuerdo con los herodianos, pero ahora quieren eliminar a un enemigo común.
 
Los corazones endurecidos, producen pensamientos endurecidos, lo cual, a su vez, progresa a la expresión física, es decir, se transforma en hechos. No somos mejores de lo que pensamos. La madre de la conducta es el pensamiento.
 
La problemática de los fariseos es similar a lo que vemos entre los políticos de la actualidad: 1) La incapacidad de ver algo bueno en la oposición. 2) Coludidos para destruir a enemigos comunes. 3) Aprovechar todo medio o método para ganar poder y ventaja.
 
A su vez, la problemática de los fariseos es similar a lo que suele ocurrir en el ámbito de las diferencias religiosas. 1) En nuestro celo por mantenernos firmes por la verdad fácilmente podríamos empezar a manifestar malas actitudes y palabras contra los vecinos, compañeros de trabajo, e incluso, contra hermanos en Cristo. 2) Lo cual se vuelve evidente en la forma en que tratamos a los demás.
 
La solución a los corazones endurecidos

Siendo dueños de nuestro corazón, podemos renovar nuestro corazón con la palabra de Cristo (cf. Hech. 16:14; 2 Cor. 3:3; Col. 3:16) y así sensibilizar nuestro corazón (Heb. 3:8; 4:7; 10:22). Podemos recordar la condenación de los que no tienen compasión (Mat. 18:33-35; Sant. 2:13). En fin, podemos nutrir un corazón tierno y compasivo (cf. Ef. 4:32; Col. 3:12,13). Sencillamente, toda persona puede decidir ser buena tierra (Luc. 8:15; cf. Hech. 17:11).
 
Al cambiar la mentalidad los pensamientos cambiarán. Los pensamientos bondadosos pueden ser nutridos enfocando buenos objetos de pensamiento (Fil. 4:8) y desarrollando así la mente de Cristo (Fil. 2:3-5).
 
Conclusión
 
Considere el contraste de mentalidad entre los fariseos y herodianos por un lado (Mar. 3:6) y lo que enseña el apóstol Pedro:
 
“tened todos unos mismos sentimientos, sed compasivos, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición. Pues quien quiera amar la vida  y ver días felices,  guarde su lengua del mal,  y sus labios de palabras engañosas, apártese del mal y haga el bien,  busque la paz y corra tras ella. Pues los ojos del Señor miran a los justos  y sus oídos escuchan su oración,  pero el rostro del Señor contra los que obran el mal” (1 Ped. 3:8-12, JER).
 
 
¿Qué tipo de corazón tiene usted?
¿Está lleno de malos pensamientos por un corazón endurecido?
¿Está lleno de buenos pensamientos por un corazón sensible?