Gozo en las pruebas

 


Por Josué I. Hernández

 
La instrucción inicial de Santiago nos sorprende, nos deja estupefactos, y contradice frontalmente la reacción de tantos. Obviamente, esta no es la reacción natural. Santiago dice que debemos tener por sumo gozo el estar padeciendo diversas pruebas (Sant. 1:2). Entonces, preguntamos, ¿por qué deberíamos hacer esto? Y, ¿cómo podemos hacer esto?
 
“Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada” (Sant. 1:2-4, LBLA).
 
La gente tiende a equiparar el gozo con la diversión, la entretención, las carcajadas, y las luces y la música del espectáculo. Por contraste a semejante visión mundana, los escritores bíblicos presentan un enfoque diferente. El gozo genuino no está en las circunstancias que lo rodean a uno, está en la relación de uno con Dios y, por lo tanto, en el carácter de uno. Sencillamente, cuanto más nos parezcamos a Cristo, más gozo tendremos.
 
Así como los sillones reclinables no desarrollan los músculos de uno, las circunstancias cómodas y chistosas no desarrollan el carácter. Los músculos crecen con las pruebas del entrenamiento duro y persistente. El crecimiento espiritual también requiere pruebas a la fe de uno. El apóstol Pedro usó la figura del oro probado en el fuego (1 Ped. 1:7). Así como los metales preciosos se calientan al punto de lograr eliminar las impurezas y producir una calidad y forma deseadas, Santiago dice que las pruebas ardientes pueden hacer esto por nuestro carácter. Esta es la razón por la cual debemos regocijarnos con las pruebas que nos han sobrevenido.
 
La resistencia perseverante, el aguante, o paciencia, es el resultado primario. Tocando este punto el apóstol Pablo escribió, “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza” (Rom. 5:3,4, LBLA). Santiago nos recuerda, sin embargo, que el resultado final no será automático (por mucho que nos guste lo automático e inmediato), porque debemos dejar que la paciencia haga su obra, “la paciencia ha de culminar en una obra perfecta para que seáis perfectos e íntegros, sin que dejéis nada que desear” (Sant. 1:4, JER).
 
El “perfecto resultado” (LBLA), es decir, la “obra completa” (RV160) de la paciencia es doble. Sin embargo, si avanzamos chillando y quejándonos, amargados y deprimidos, el resultado esperado no se logrará porque aún no hemos desarrollado la necesaria paciencia.
 
Demasiadas personas, incluyendo a cristianos, hacen de las pruebas una ocasión para rebelarse contra Dios. Razonan que un Dios amoroso y bondadoso no debería permitir el sufrimiento en sus vidas, porque esperaban a un benefactor que solo daría las bendiciones que ellos deseaban, las cuales no incluían un carácter aprobado.
 
Sin embargo, Santiago nos enseña que a través de nuestras pruebas Dios nos moldea para convertirnos en la clase de personas que deberíamos ser. Por lo tanto, nuestro gozo estará arraigado en la aceptación de la voluntad de Dios en nuestras vidas (cf. Rom. 12:2).
 
Como alguien dijo, “Los cristianos no se distinguen por su inmunidad a los sufrimientos del resto de los mortales, sino por la forma en que enfrentan el sufrimiento y lo que hacen a pesar de él”. Por supuesto, esto no es fácil. Nuevamente, necesitamos paciencia y humilde dependencia de Dios.