La instrucción inicial de Santiago nos
sorprende, nos deja estupefactos, y contradice frontalmente la reacción de
tantos. Obviamente, esta no es la reacción natural. Santiago dice que debemos
tener por sumo gozo el estar padeciendo diversas pruebas (Sant. 1:2). Entonces,
preguntamos, ¿por qué deberíamos hacer esto? Y, ¿cómo podemos hacer esto? “Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que
os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce
paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis
perfectos y completos, sin que os falte nada” (Sant. 1:2-4, LBLA). La gente tiende a equiparar el gozo con la
diversión, la entretención, las carcajadas, y las luces y la música del
espectáculo. Por contraste a semejante visión mundana, los escritores bíblicos
presentan un enfoque diferente. El gozo genuino no está en las circunstancias
que lo rodean a uno, está en la relación de uno con Dios y, por lo tanto, en el
carácter de uno. Sencillamente, cuanto más nos parezcamos a Cristo, más gozo
tendremos. Así como los sillones reclinables no desarrollan
los músculos de uno, las circunstancias cómodas y chistosas no desarrollan el
carácter. Los músculos crecen con las pruebas del entrenamiento duro y
persistente. El crecimiento espiritual también requiere pruebas a la fe de uno.
El apóstol Pedro usó la figura del oro probado en el fuego (1 Ped. 1:7). Así
como los metales preciosos se calientan al punto de lograr eliminar las
impurezas y producir una calidad y forma deseadas, Santiago dice que las
pruebas ardientes pueden hacer esto por nuestro carácter. Esta es la razón por
la cual debemos regocijarnos con las pruebas que nos han sobrevenido. La resistencia perseverante, el aguante, o
paciencia, es el resultado primario. Tocando este punto el apóstol Pablo escribió,
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo
que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el
carácter probado, esperanza” (Rom. 5:3,4, LBLA). Santiago nos recuerda, sin
embargo, que el resultado final no será automático (por mucho que nos guste lo
automático e inmediato), porque debemos dejar que la paciencia haga su obra, “la
paciencia ha de culminar en una obra perfecta para que seáis perfectos e
íntegros, sin que dejéis nada que desear” (Sant. 1:4, JER). El “perfecto resultado” (LBLA), es decir, la “obra
completa” (RV160) de la paciencia es doble. Sin embargo, si avanzamos chillando
y quejándonos, amargados y deprimidos, el resultado esperado no se logrará
porque aún no hemos desarrollado la necesaria paciencia. Demasiadas personas, incluyendo a cristianos,
hacen de las pruebas una ocasión para rebelarse contra Dios. Razonan que un Dios
amoroso y bondadoso no debería permitir el sufrimiento en sus vidas, porque
esperaban a un benefactor que solo daría las bendiciones que ellos deseaban,
las cuales no incluían un carácter aprobado. Sin embargo, Santiago nos enseña que a través
de nuestras pruebas Dios nos moldea para convertirnos en la clase de personas
que deberíamos ser. Por lo tanto, nuestro gozo estará arraigado en la aceptación
de la voluntad de Dios en nuestras vidas (cf. Rom. 12:2). Como alguien dijo, “Los cristianos no se
distinguen por su inmunidad a los sufrimientos del resto de los mortales, sino
por la forma en que enfrentan el sufrimiento y lo que hacen a pesar de él”. Por
supuesto, esto no es fácil. Nuevamente, necesitamos paciencia y humilde
dependencia de Dios.