Una crítica al denominacionalismo

 


Por Josué I. Hernández

 
Comenzamos este artículo narrando lo sucedido en cierta iglesia pentecostal de Rancagua (Chile).  Eran las 19:35 del domingo 25 de Marzo (año 2012) cuando el pastor avivaba a las más de doscientas personas que llegaron al local.
 
Los gritos del pastor incluían, además de las jerigonzas (supuestas lenguas), frases como “¡Vamos alábenlo!”  “¿Qué le dirías a ese problema?  ¡Muévete, muévete, y ésa montaña se moverá!  ¡Y tu iglesia se moverá, se moverá, se moverá!”.
 
Dicho y hecho, a las 19:37 comenzó a temblar y a estremecerse el suelo con violencia, el entusiasmo llenó el salón, entonces gritaba el pastor “¡Está temblando! ¡Está temblando!” y los asistentes aún más se entregaron al emocionalismo extremo para sacudirse con agresivas convulsiones y movimientos exagerados.  Todos parecían sufrir una descarga eléctrica a la vez que saltaban y gritaban eufóricos.
 
Pero, mientras saltaban y gritaban, no sabían que el sismo que sacudió el edificio también había sacudido a varias ciudades de Chile.  Aquel sismo llegó a 7,1 en la ciudad de Constitución, remeciendo con fuerza a cinco regiones de Chile y gatillando un pánico general en las zonas costeras por el temor de un nuevo tsunami. 
 
Con semejante alboroto los pentecostales facilitan municiones a los enemigos de la Biblia quienes hacen burla de Dios y su palabra.  Aunque, de una manera distinta, los propios pentecostales también desparraman lo que Cristo quiere juntar (Mat. 12:30). 
 
No todo suceso asombroso es una señal de Dios
 
Moisés previno a los israelitas de creer en señales que les apartaran de la ley de Jehová: “Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma. En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a él serviréis, y a él seguiréis” (Deut. 13:1-4).
 
Entre las muchas advertencias registradas en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo dijo a los gálatas: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gal. 1:8-9).
 
Los sucesos inexplicables, coincidentes y asombrosos (como el sismo) no son guía para determinar la verdad.  La verdad ha sido revelada de manera escrita (2 Tim. 3:16-17) y debemos leer para informarnos de la voluntad de Dios (Ef. 3:4; 5:17; Jn. 17:17). 
 
Así como es pecaminoso rechazar la verdad (2 Tes. 2:10) también es pecaminoso creer a todo mensajero (1 Jn. 4:1).  Ambos extremos son malos.  Están perdidos los que no quieren hacer la voluntad de Dios (Jn. 7:17; 3:19-21; Mat. 23:37), así también, están perdidos los que son llevados por todo viento de doctrina (Ef. 4:14; 2 Tim. 3:7).
 
El sismo del 25 de Marzo del 2012 no se debió a algún tipo de intervención divina por la devoción carismática.  Esa clase de adoración vana no guarda semejanza con el ordenado y decente culto cristiano del cual leemos en las Escrituras (1 Cor. 14:40). 
 
En la Biblia leemos de cierto temblor que involucró a cristianos que oraban: “Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor” (Hech. 4:31), pero este sismo sacudió solamente “el lugar donde estaban reunidos” los cristianos.  Además, el temblor fue la señal de que Dios había oído su oración.  Así, luego leemos que todos ellos “hablaban la palabra de Dios con valor”.
 
Hechos 4:31 no trata de las actividades desordenadas de un grupo carismático, sino de una iglesia de Cristo que mantenía en alto la verdad (cf. 1 Tim. 3:15).
 
Toda forma de adoración denominacional es totalmente inadecuada frente a la doctrina y practica bíblica.  No toda adoración es aceptable (Jn. 4:23-24).  Hoy en día, muchos adoran en vano “Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mat. 15:9).