No nos “sentimos” bien cuando sufrimos, no es
nada entretenido, o placentero, el sufrir diversas pruebas. Pero, a pesar de lo
que sentimos, hay cosas que podemos “saber”, las cuales han de conducirnos por
el buen camino. A esto se refiere Santiago cuando dijo, “Hermanos míos, tened
por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de
vuestra fe produce paciencia” (Sant. 1:2,3). Necesitamos aprender el bien que puede
resultar de las diversas pruebas (Sant. 1:3-5), y saber que Dios quiere
ayudarnos a pesar de ellas (Sant. 1:6-8). Además, tenemos otro componente que
Santiago nos presenta: “El hermano que es de humilde condición, gloríese en su
exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la
flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se
seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará
el rico en todas sus empresas” (Sant. 1:9-11). Aquel que es pobre puede disfrutar de la dignificación
en Cristo, lo cual es su más grande ganancia que le ha sido dada (cf. 1 Tim.
6:6). Del mismo modo, el rico debe humillarse ante Dios para aceptar el perdón
de los pecados que no pudo comprar. El rico puede gloriarse en esta humillación
que ha resultado en su bendición (cf. 1 Tim. 6:17). Nuestras circunstancias externas, es decir,
socioeconómicas, no hacen la diferencia delante de Dios. A su vez, tales
circunstancias no deben importarnos, a pesar de lo que sintamos, para
distraernos de lo que debemos hacer. Lo importante es saber reaccionar en medio
de las pruebas de la vida que azotan a ricos y a pobres. No se distraiga por su pobreza o por su
riqueza. La prosperidad no es evidencia de alguna aprobación divina. El dinero
no puede comprar el perdón de los pecados. Y recuerde, que si incluso, su
situación económica se mantiene estable toda la vida, no es nada en comparación
con la eternidad. En realidad, todos, en Cristo Jesús, son ricos o son pobres
dependiendo de cómo se mire (cf. Apoc. 2:9; 3:17).