Jehová Dios condenó a los antiguos israelitas
que sacrificaron a sus hijos, “Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas
que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas para que fuesen
consumidos. ¿Eran poca cosa tus fornicaciones, para que degollases también a
mis hijos y los ofrecieras a aquellas imágenes como ofrenda que el fuego
consumía?” (Ez. 16:20,21). Esta práctica abominable se menciona en
numerosas ocasiones en el Antiguo Testamento. El Señor dijo que tal cosa ni
siquiera pasó por su mente (Jer. 32:35). Es fácil condenar la idolatría que señalaron los
profetas y sentirnos aliviados de no ser como aquellos antiguos idólatras, sin
embargo, debiésemos hacer un examen de nuestra conducta como padres (cf. 2 Cor.
13:5; Sant. 1:25). Millones de niños son sacrificados en el
mundo cada año al ídolo de egoísmo. Hablamos del aborto. Y una parte
considerable de nuestra “cultura avanzada” está decidida a defender esta práctica
a toda costa. Simplemente, considere como el movimiento proaborto ha establecido
su discurso y demandas en la discusión política latinoamericana. El problema, no obstante, está más cerca de
lo quisiéramos. En la iglesia del Señor hay algunos padres y madres que se estremecen
al leer los relatos del Antiguo Testamento, pero que al mismo tiempo permiten
que sus propios hijos corran a los ídolos modernos de Satanás, incluso hay
padres y madres que empujan a sus hijos a ser consumidos por los ídolos del
diablo. ¿Cómo podría suceder que padres y madres
empujen a sus hijos a ser consumidos por los ídolos? Cuando padres y madres
toleran, e incluso, animan a sus hijas a que usen vestimentas que llaman la
atención a sus cuerpos. Cuando padres y madres enseñan a sus hijos a poner al
Señor en segundo lugar, indicando las cosas materiales como más importantes que
las espirituales. Cuando se enseña a los hijos que el trabajo y otras actividades,
por ejemplo, la recreación, tienen prioridad sobre la adoración. Cuando se enfatiza
la educación secular por sobre el conocimiento de Dios. Cuando dejan que sus
hijos hagan lo que bien les parezca sin disciplinarles. Cuando la familia está
involucrada a medias en el servicio a Cristo, pero totalmente comprometida con
cualquier otra cosa del mundo. Cuando Cristo es Señor de algunos aspectos y
momentos de la vida, pero no es Señor de toda nuestra vida. Hermanos, ¡no todos los ídolos son de metal,
madera o piedra! Seremos todos consumidos por los ídolos del diablo si no criamos a nuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor (Ef. 6:4).