Sacrificando a los hijos

 


Por Josué I. Hernández

 
Jehová Dios condenó a los antiguos israelitas que sacrificaron a sus hijos, “Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas para que fuesen consumidos. ¿Eran poca cosa tus fornicaciones, para que degollases también a mis hijos y los ofrecieras a aquellas imágenes como ofrenda que el fuego consumía?” (Ez. 16:20,21).
 
Esta práctica abominable se menciona en numerosas ocasiones en el Antiguo Testamento. El Señor dijo que tal cosa ni siquiera pasó por su mente (Jer. 32:35).
 
Es fácil condenar la idolatría que señalaron los profetas y sentirnos aliviados de no ser como aquellos antiguos idólatras, sin embargo, debiésemos hacer un examen de nuestra conducta como padres (cf. 2 Cor. 13:5; Sant. 1:25).
 
Millones de niños son sacrificados en el mundo cada año al ídolo de egoísmo. Hablamos del aborto. Y una parte considerable de nuestra “cultura avanzada” está decidida a defender esta práctica a toda costa. Simplemente, considere como el movimiento proaborto ha establecido su discurso y demandas en la discusión política latinoamericana.
 
El problema, no obstante, está más cerca de lo quisiéramos. En la iglesia del Señor hay algunos padres y madres que se estremecen al leer los relatos del Antiguo Testamento, pero que al mismo tiempo permiten que sus propios hijos corran a los ídolos modernos de Satanás, incluso hay padres y madres que empujan a sus hijos a ser consumidos por los ídolos del diablo.
 
¿Cómo podría suceder que padres y madres empujen a sus hijos a ser consumidos por los ídolos? Cuando padres y madres toleran, e incluso, animan a sus hijas a que usen vestimentas que llaman la atención a sus cuerpos. Cuando padres y madres enseñan a sus hijos a poner al Señor en segundo lugar, indicando las cosas materiales como más importantes que las espirituales. Cuando se enseña a los hijos que el trabajo y otras actividades, por ejemplo, la recreación, tienen prioridad sobre la adoración. Cuando se enfatiza la educación secular por sobre el conocimiento de Dios. Cuando dejan que sus hijos hagan lo que bien les parezca sin disciplinarles. Cuando la familia está involucrada a medias en el servicio a Cristo, pero totalmente comprometida con cualquier otra cosa del mundo. Cuando Cristo es Señor de algunos aspectos y momentos de la vida, pero no es Señor de toda nuestra vida.
 
Hermanos, ¡no todos los ídolos son de metal, madera o piedra! Seremos todos consumidos por los ídolos del diablo si no criamos a nuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor (Ef. 6:4).