A menudo se presta mucha atención a las
limitaciones impuestas a las mujeres en las asambleas de la iglesia (1 Cor.
14:34-37), y al rol a ellas asignado (1 Tim. 2:11,12). Sin embargo, a pesar de
las limitaciones impuestas, la iglesia primitiva se benefició tremendamente con
la obra de muchas fieles mujeres que trabajaron duro dentro de su amplio campo
de acción divinamente asignado. Hasta el día de hoy, el crecimiento espiritual
y numérico de una iglesia de Cristo es el resultado del trabajo de las santas mujeres
de Dios. El apóstol Pablo no dudaba en alabar la
conducta de Evodia y Síntique (Fil. 4:3), Febe (Rom. 16:1,2), Priscila (Rom.
16:3,4), María (Rom. 16:6), Trifena y Trifosa (Rom. 16:12), Pérsida (Rom.
16:12). ¿Lo hacemos nosotros?
La benevolencia
La obra de la mujer cristiana en la
benevolencia será una marca distintiva de la religión pura y sin mácula (Sant.
1:27), un servicio prestado al Señor mismo (Mat. 25:34-40). Todos los
cristianos, incluidas las mujeres, deben participar de esta obra (Sant.
2:14-16; 1 Jn. 3:17). Ciertamente, las mujeres aportarán mucha gracia
con tu toque femenino al expresar la “misericordia, con alegría” (Rom. 12:8),
como lo hizo Dorcas (Hech. 9:36-39), y tantas otras como ella (1 Tim. 5:9,10).
La edificación
La edificación del cuerpo de Cristo “según la
actividad propia de cada miembro” (Ef. 4:16) involucra a la mujer cristiana.
Esta “actividad propia” consta de cosas tales como sobrellevar las cargas de
los otros (Gal. 6:2), animar y edificar a los otros (1 Tes. 5:11), amonestar,
alentar y sostener (1 Tes. 5:14; Rom. 15:14), y saludar (Rom. 16:16). Debido a su aprovechamiento de la enseñanza
(1 Tim. 2:11; 2 Tim. 2:2), la santa y fiel podrá enseñar a sus hijos y nietos
(2 Tes. 1:5; 3:14,15), a las mujeres jóvenes (Tito 2:3-5), e incluso, podrá
enseñar a un predicador como lo era Apolos (Hech. 18:24-26). No son pocos los
predicadores que han sido apoyados, animados y corregidos por santas de Dios.
La evangelización
La evangelización involucra a la mujer
cristiana. La comisión entregada por Cristo a sus apóstoles (Mat. 28:19,20;
Mar. 16:15,16) fue entregada por ellos a la iglesia. La predicación de la
palabra es una cosa que todos los santos primitivos realizaron (Hech. 8:4; cf.
1 Ped. 3:1,2). Nuestro Señor Jesucristo recibió mucha ayuda
de mujeres piadosas (Luc. 8:1-3). Las santas de Dios se destacaron en la
hospitalidad (Hech. 16:15), y en ayudar a los perdidos a que vinieran a Cristo (cf.
Jn. 4:28-31, 39-42). Sin la obra de Priscila el apóstol Pablo no
hubiese recibido ayuda en su ministerio en Corinto (Hech. 18:1-4), ni Apolos
hubiese aprendido lo que ignoraba (Hech. 18:24-26). Priscila fue crucial para
que iglesias se congregaran en sus casas, ya sea en Éfeso (1 Cor. 16:19), e
incluso, en Roma (Rom. 16:3-5). Todo caso de conversión involucra de alguna
manera, directa o indirectamente, por lo menos, a una mujer. Se han salvado
muchas almas y se han establecido muchas iglesias por los esfuerzos de mujeres
piadosas.
La oración
La “oración eficaz” involucra a la mujer
cristiana (Sant. 5:16), la oración nunca ha sido un privilegio otorgado
solamente a los varones (cf. Luc. 2:37; Hech. 1:14). Cuando la iglesia enfrentó
la oposición, mujeres piadosas oraron con fervor (Hech. 4:31; 12:5,12). Ellas
habían aprendido la necesidad de orar sin cesar (cf. Luc. 18:1; 1 Tes. 5:17)
con acción de gracias (Fil. 4:6,7).
Conclusión
Cuando las mujeres de Dios trabajan según su “actividad
propia”, sus talentos únicos permiten que almas se salven y que el reino de
Cristo progrese. Que nunca invalidemos el servicio de nuestras
hermanas en Cristo, que nos animan y nos ayudan como es digno de los santos.