El evangelio son la buenas nuevas de
salvación en Jesucristo, quien murió por nuestros pecados y resucitó para ser
nuestro Señor y Salvador (1 Cor. 15:1-4). Entonces, ¿qué hacer con el evangelio? Oírlo. “Y después de mucha discusión, Pedro se
levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo
que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y
creyesen” (Hech. 15:7). Cada uno de nosotros debe tomar todo el tiempo que sea
necesario para aprender sobre el evangelio de Jesús (cf. Mat. 28:20). Creerlo. Jesús predicaba, “El tiempo se ha
cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el
evangelio” (Mar. 1:15). Luego, Jesús dijo, “Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el
que no creyere, será condenado” (Mar. 16:15,16). Esta oportunidad de salvación
todavía está disponible para todo aquel que cree. Obedecerlo. El evangelio es mucho
más que un conjunto de “hechos que creer”. El evangelio también es un conjunto
de “mandamientos que obedecer” y “promesas que esperar”. Un día Jesucristo
volverá como juez, “…para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni
obedecen al evangelio…” (2 Tes. 1:8). Vivirlo. “Solamente que os comportéis como es
digno del evangelio de Cristo…” (Fil. 1:27), “…sino que lo soportamos todo, por
no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo… Y esto hago por causa del evangelio,
para hacerme copartícipe de él” (1 Cor. 9:12,23). Es vital que “vivamos el
evangelio” para predicarlo primeramente con hechos que adornan la doctrina (cf.
Tito 2:10). Predicarlo. Cristo dijo, “Id por
todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). Todo el
mundo necesita oír las buenas nuevas de salvación. No debemos avergonzarnos del
evangelio. “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para
salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”
(Rom. 1:16). Defenderlo. Pablo decía, “estoy
puesto para la defensa del evangelio” (Fil. 1:17), y agregó, “Hermanos, sed
imitadores de mí… Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí,
esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 3:17; 4:9). Es necesario defender el evangelio, no solo
porque algunos lo rechazan por completo, sino porque también “hay algunos que
os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gal. 1:7). Retenerlo. “Además os declaro, hermanos, el
evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también
perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado,
sois salvos, si no creísteis en vano” (1 Cor. 15:1,2). El mismo Satanás que
trabaja para cegar “el entendimiento de los incrédulos, para que no les
resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Cor. 4:4), quiere
persuadir a los cristianos para que ya no retengan el evangelio. Sin embargo, debemos
retenerlo hasta el fin, “persiste en ello” (1 Tim. 4:16; cf. Hech. 14:22).