¿Qué hacer con el evangelio?



Por Josué I. Hernández

 
El evangelio son la buenas nuevas de salvación en Jesucristo, quien murió por nuestros pecados y resucitó para ser nuestro Señor y Salvador (1 Cor. 15:1-4). Entonces, ¿qué hacer con el evangelio?
 
Oírlo. “Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen” (Hech. 15:7). Cada uno de nosotros debe tomar todo el tiempo que sea necesario para aprender sobre el evangelio de Jesús (cf. Mat. 28:20).
 
Creerlo. Jesús predicaba, “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mar. 1:15). Luego, Jesús dijo, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Mar. 16:15,16). Esta oportunidad de salvación todavía está disponible para todo aquel que cree.
 
Obedecerlo. El evangelio es mucho más que un conjunto de “hechos que creer”. El evangelio también es un conjunto de “mandamientos que obedecer” y “promesas que esperar”. Un día Jesucristo volverá como juez, “…para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio…” (2 Tes. 1:8).
 
Vivirlo. “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo…” (Fil. 1:27), “…sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo… Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él” (1 Cor. 9:12,23). Es vital que “vivamos el evangelio” para predicarlo primeramente con hechos que adornan la doctrina (cf. Tito 2:10).
 
Predicarlo. Cristo dijo, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). Todo el mundo necesita oír las buenas nuevas de salvación. No debemos avergonzarnos del evangelio. “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Rom. 1:16).
 
Defenderlo. Pablo decía, “estoy puesto para la defensa del evangelio” (Fil. 1:17), y agregó, “Hermanos, sed imitadores de mí… Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 3:17; 4:9).  Es necesario defender el evangelio, no solo porque algunos lo rechazan por completo, sino porque también “hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gal. 1:7).
 
Retenerlo. “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano” (1 Cor. 15:1,2). El mismo Satanás que trabaja para cegar “el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Cor. 4:4), quiere persuadir a los cristianos para que ya no retengan el evangelio. Sin embargo, debemos retenerlo hasta el fin, “persiste en ello” (1 Tim. 4:16; cf. Hech. 14:22).