¿Qué hora es?

 


Por Josué I. Hernández

 
Cuando preguntamos “¿qué hora es?”, y somos informados de la hora, en aquel preciso instante nos apuramos por realizar lo que debemos hacer. Tal vez, estamos atrasados. Tal vez, es un buen momento. Pero, necesitábamos saber qué hora es para aprovechar el tiempo.
 
Aunque, ciertamente, un reloj alumbrará nuestros ojos a la hora del día, la Biblia nos dará una respuesta diferente, alumbrando nuestros ojos a nuestras responsabilidades para con Dios.
 
Es tiempo de levantarnos del sueño. “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Rom. 13:11). Hay sonámbulos espirituales. Algunos están profundamente dormidos en el pecado, y otros están por caer en el sueño de la indiferencia. Sin embargo, todos deben despertar: “Despiértate, tú que duermes” (Ef. 5:14).  
 
Es tiempo de vivir conforme a la voluntad de Dios. “para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios” (1 Ped. 4:2). Si alguno es preso bajo deseos desordenados debe purificar su corazón. “A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan” (1 Ped. 4:4).
 
Es tiempo de conducirnos en temor. “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Ped. 4:17). Muchas, muchas veces somos amonestados para mantener aquel temor tan saludable para no desagradar a Dios. “El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Heb. 10:28,29).
 
Es tiempo de orar. “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Luc. 18:1). Siempre es apropiado orar, y lo necesitamos. “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col. 4:2). “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Fil. 4:6).
 
Es tiempo de predicar la palabra. “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo…” (Heb. 5:12). Nuestros hijos necesitan que les enseñemos la palabra. Nuestros parientes necesitan que les enseñemos la palabra. Nuestros vecinos necesitan que les enseñemos la palabra. El mundo necesita que les enseñemos la palabra. Lamentablemente, algunos cristianos “después de tanto tiempo” aún necesitan que se les vuelva a enseñar “cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios”.
 
Es tiempo de aprovechar las oportunidades que Dios nos ha dado. “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:15,16). Muchas veces esperamos el escurridizo “momento perfecto” para actuar. Rara vez llega. Las oportunidades seguras son las que tenemos ahora. ¿Qué debemos hacer entonces? Seamos diligentes y usemos de sabiduría para aprovechar las oportunidades que Dios nos ha dado, estas oportunidades pueden ser mejores de lo que esperamos, e incluso, imaginamos.
 
En cuanto a esto último, ¿por qué no aprovecha este día para rendir su vida a Cristo? Díganos cómo podemos ayudarle para que obedezca al Señor (Mar. 16:15,16), porque “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Cor. 6:2).