Cuando preguntamos “¿qué hora es?”, y somos
informados de la hora, en aquel preciso instante nos apuramos por realizar lo
que debemos hacer. Tal vez, estamos atrasados. Tal vez, es un buen momento.
Pero, necesitábamos saber qué hora es para aprovechar el tiempo. Aunque, ciertamente, un reloj alumbrará
nuestros ojos a la hora del día, la Biblia nos dará una respuesta diferente,
alumbrando nuestros ojos a nuestras responsabilidades para con Dios. Es tiempo de levantarnos del sueño. “Y esto, conociendo
el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca
de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Rom. 13:11). Hay sonámbulos
espirituales. Algunos están profundamente dormidos en el pecado, y otros están
por caer en el sueño de la indiferencia. Sin embargo, todos deben despertar: “Despiértate,
tú que duermes” (Ef. 5:14). Es tiempo de vivir conforme a la voluntad de
Dios. “para
no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los
hombres, sino conforme a la voluntad de Dios” (1 Ped. 4:2). Si alguno es preso bajo
deseos desordenados debe purificar su corazón. “A éstos les parece cosa extraña
que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os
ultrajan” (1 Ped. 4:4). Es tiempo de conducirnos en temor. “Y si invocáis por
Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno,
conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Ped. 4:17). Muchas,
muchas veces somos amonestados para mantener aquel temor tan saludable para no
desagradar a Dios. “El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o
de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que
merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del
pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”
(Heb. 10:28,29). Es tiempo de orar. “También les refirió
Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Luc.
18:1). Siempre es apropiado orar, y lo necesitamos. “Perseverad en la oración,
velando en ella con acción de gracias” (Col. 4:2). “Por nada estéis afanosos,
sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y
ruego, con acción de gracias” (Fil. 4:6). Es tiempo de predicar la palabra. “Porque debiendo ser
ya maestros, después de tanto tiempo…” (Heb. 5:12). Nuestros hijos necesitan
que les enseñemos la palabra. Nuestros parientes necesitan que les enseñemos la
palabra. Nuestros vecinos necesitan que les enseñemos la palabra. El mundo necesita
que les enseñemos la palabra. Lamentablemente, algunos cristianos “después de
tanto tiempo” aún necesitan que se les vuelva a enseñar “cuáles son los
primeros rudimentos de las palabras de Dios”. Es tiempo de aprovechar las
oportunidades que Dios nos ha dado. “Mirad,
pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando
bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:15,16). Muchas veces
esperamos el escurridizo “momento perfecto” para actuar. Rara vez llega. Las
oportunidades seguras son las que tenemos ahora. ¿Qué debemos hacer entonces?
Seamos diligentes y usemos de sabiduría para aprovechar las oportunidades que
Dios nos ha dado, estas oportunidades pueden ser mejores de lo que esperamos, e
incluso, imaginamos. En cuanto a esto último, ¿por qué no
aprovecha este día para rendir su vida a Cristo? Díganos cómo podemos ayudarle
para que obedezca al Señor (Mar. 16:15,16), porque “He aquí ahora el tiempo
aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Cor. 6:2).