Andando en el consuelo del Espíritu Santo

 


Por Josué I. Hernández

 
Al escribir sobre la iglesia primitiva, Lucas registró: “Por toda Judea, Galilea y Samaría, la Iglesia gozaba de paz y se fortalecía y andaba en el temor del Señor, llena de los consuelos del Espíritu Santo” (Hech. 9:31, NC).
 
Queremos enfocar lo que implica el andar en el consuelo, o asistencia (F. Lacueva), del Espíritu Santo, específicamente, lo que significó para los apóstoles y la iglesia primitiva, y lo que debe significar para nosotros.
 
El Espíritu Santo Consolador
 
La asistencia directa del Espíritu Santo fue prometida a los apóstoles de una manera única. El Espíritu Santo vendría a ellos como un consolador (gr. “parakletos”; Jn. 14:16-18), para enseñarles y recordarles (Jn. 14:26), para darles testimonio y capacitarles como testigos de Cristo (Jn. 15:26,27), y para guiarlos a toda la verdad (Jn. 16:12,13).
 
El Espíritu Santo fue prometido a todos los creyentes a consecuencia de la acción de él en los apóstoles de Cristo. El Espíritu Santo sería dado después de la resurrección de Jesús (Jn. 7:37-39), como galardón para aquellos que obedecen al evangelio (Hech. 2:38,39; 5:32), como una bendición específica para los hijos de Dios (Gal. 3:26,27; 4:6), un anticipo, o pago inicial, de la herencia eterna (Ef. 1:13,14).
 
El consuelo del Espíritu Santo
 
La asistencia consoladora del Espíritu Santo fue dada a los apóstoles de una manera única. El Espíritu vino a ellos mientras estaban en Jerusalén (Hech. 1:4,5; 2:1-4), para empoderarlos como testigos de la resurrección de Jesús (Hech. 1:8; 2:32,33), confirmando la palabra de ellos con señales, prodigios y milagros (Heb. 2:3,4), capacitándoles para impartir dones espirituales al imponer sus manos (Hech. 8:18; 19:6; 2 Tim. 1:6).
 
La asistencia consoladora del Espíritu Santo es dada a todos los creyentes, cuando son bautizados en un cuerpo, la iglesia (1 Cor. 12:13), llenando los corazones de su fruto (Rom. 5:5; 15:13; Gal. 5:22,23).
 
Es importante reconocer que los dones sobrenaturales de los cuales leemos en el Nuevo Testamento (cf. 1 Cor. 12:7-11) no fueron dados a todos los cristianos (1 Cor. 12:27-31), y fueron manifestaciones sobrenaturales temporales (1 Cor. 13:1-13).
 
Andando en el consuelo del Espíritu Santo
 
Los apóstoles y la iglesia primitiva anduvieron en el consuelo del Espíritu Santo de una manera única, guiándoles el Espíritu Santo a nuevas etapas de revelación y comprensión cuando el canon de las Sagradas Escrituras aún no se completaba.
  • “Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro” (Hech. 8:29).
  • “Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan” (Hech. 10:19).
  • “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hech. 13:2).
  • “Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió” (Hech. 16:6,7).
  • “…Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” (Hech. 20:23).
  • “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Cor. 12:11).
  • “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Tim. 4:1).
 
Las manifestaciones sobrenaturales por el Espíritu Santo sirvieron para un propósito bien definido, la confirmación de la doctrina de los apóstoles:
  • “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén” (Mar. 16:17-20).
  • “Por tanto, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios” (Hech. 14:3). 
  • “Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gal. 3:5).
  • “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (Heb. 2:3,4).
 
Los cristianos y la iglesia de hoy puede andar en el consuelo del Espíritu Santo bebiendo de la fuente de su revelación escrita: La palabra de Dios completamente revelada y confirmada, la cual es suficiente para perfeccionarnos en Cristo (2 Tim. 3:16,17), proveyendo todo lo que necesitemos para la vida y la piedad (2 Ped. 1:3), la cual ha sido revelada de una vez por todas (Jud. 3).
 
La palabra de Dios es el medio de consuelo del Espíritu Santo para todos los cristianos, según el plan de Dios: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Rom. 15:4).
 
El medio del Espíritu Santo para obrar en el corazón humano es “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Ef. 6:17).
 
¿Qué de la morada del Espíritu Santo en el cristiano?
 
Cuando llegamos a este punto, la pregunta no es, ¿mora el Espíritu Santo en los cristianos? Las preguntas adecuadas son, ¿cómo mora el Espíritu Santo en los cristianos? ¿Qué bendición específicamente proporciona esta morada?
 
En primer lugar, debemos reconocer que la morada del Espíritu Santo no es milagrosa, mágica, o misteriosa.
 
Antes de que Cristo fuera glorificado Elisabet fue llena del Espíritu Santo (Luc. 1:41), entonces la promesa de Cristo no se refiere a alguna manifestación milagrosa, sino a algo distinto a ello (Jn. 7:38,39). Si los cristianos deben ser llenos del Espíritu Santo tal como lo fue Elizabet, ¿de qué serviría la promesa de Cristo? El cumplimiento de la promesa de Cristo nunca fue experimentado como es disfrutado por los cristianos.
 
Sencillamente, la morada del Espíritu Santo es dependiente de la voluntad de la persona. 
La persona debe obedecer el evangelio (Hech. 2:38), permanecer en fidelidad (Hech. 5:32) y llenarse del Espíritu (cf. Ef. 5:18; 3:5).
 
La morada del Espíritu Santo no es física, sino intelectual. El Espíritu Santo es enviado “a vuestros corazones” (Gal. 4:6); “nuestros corazones” (Rom. 5:5). Las arras del Espíritu están en el corazón (2 Cor. 1:22).
 
Corazón: “(gr. “kardia”) “…el principal órgano de la vida física... ocupa el puesto más importante en el sistema humano. Mediante una fácil transición esta palabra vino a significar toda la actividad mental y moral del hombre, incluyendo tanto sus elementos racionales como emocionales. En otras palabras, se usa el corazón de manera figurada para denotar las corrientes escondidas de la vida personal...” (VINE). 
 
Conclusión
 
Toda iglesia de Cristo puede disfrutar de la edificación indicada Hechos 9:31 cuando anda en el temor del Señor y permite el consuelo del Espíritu Santo.
 
Si queremos tal edificación necesitamos desarrollar el temor del Señor y recibir el consuelo del Espíritu Santo mediante su palabra.