Conceptos erróneos acerca de la fe

 


Por Josué I. Hernández

 
La fe es esencial para agradar a Dios, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Heb. 11:6), desafortunadamente, la fe es malinterpretada o tergiversada. Veamos algunos conceptos erróneos acerca de la fe:
 
La fe es un salto a ciegas
 
La fe para muchos es simplemente “creer que lo que piensas, o sientes, respecto a algo tendrá que ser así”. No son pocos los que hablan en estos términos cuando indican la fe. Sin embargo, la fe bíblica, es todo menos un salto a ciegas. La fe es certeza y convicción, es decir, la confianza en hechos fundamentados sobre la evidencia: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jn. 20:30,31).
 
La fe llega misteriosamente
 
Algunos afirman que la fe es algo que simplemente tienes o no, y que si alguno tiene fe le habrá sido dada de cierta manera misteriosa. Una mayoría de religiosos afirman que Dios imparte directamente la fe, pero no pueden explicar precisamente cómo sucede este acto de gracia misteriosa, ni pueden explicar cómo Dios podría condenar a los incrédulos que no tienen fe si él nunca quiso dárselas. Dejando todo esto, la Biblia simplemente explica lo siguiente: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Rom. 10:17). Sencillamente, ninguno tendrá fe sin la palabra de Dios: “Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen” (Hech, 15:7; cf. 1 Cor. 1:21).
 
Una clase de fe es tan buena como cualquier otra
 
La Biblia usa el término “fe” para indicar tanto lo que creemos como la creencia misma. Además, no todos los niveles de fe son iguales. La Biblia nos habla de fe muerta, fe naufragada, fe sin valor, etc. Asimismo, tampoco todo lo que se cree es igualmente válido. La Biblia dice que hay “un Señor, una fe, un bautismo” (Ef. 4:5), y somos advertidos para no apostatar de aquella fe (1 Tim. 4:1) o extraviarnos de ella (1 Tim. 6:10).
 
Somos salvos solamente por la fe
 
Un prominente credo protestante indica que “el que seamos justificados solamente por la fe es una doctrina sumamente sana y llena de consuelo”. En contraste con tal teología de la humana sabiduría, la Biblia dice: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Sant. 2:24). La fe viva, es decir, la fe que obra (Gal. 5:6), es lo que Pablo también llamó “obediencia de fe” (Rom. 1:5; 16:26; JER).
 
Somos salvos en el momento de la fe
 
No son pocos los que afirman que somos salvos al momento de creer. El apóstol Pedro, quien predicó por inspiración, decía todo lo contrario. Muchos oyentes en el día de Pentecostés creyeron cuando él y los demás apóstoles les predicaron: “Al oír esto, se compungieron de corazón” (Hech. 2:37). Estos creyentes necesitaban algo más que solamente la fe, y cuando preguntaron qué hacer, “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:38). Aquel día, como tres mil obedecieron al evangelio de Cristo (Hech. 2:41) y el Señor bendijo la obediencia de fe de ellos (Hech. 2:47). Piénselo, si no es necesario obedecer al evangelio, ¿serán salvos los desobedientes (1 Ped. 4:17; 2 Tes. 1:8; Heb. 5:9)?