Pablo recordó a los filipenses su responsabilidad
de resplandecer “como luminares en el mundo” (Fil. 2:15), pero también les indicó
cómo hacer esto. Pablo era una luz en su amor por los hermanos, “Porque Dios me es
testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo”
(Fil. 1:8). Pablo era una luz en su gratitud, “Doy gracias a mi
Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando
con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el
primer día hasta ahora” (Fil. 1:3-5; cf. 4:15-20). Pablo era una luz en su oración, “Y esto pido en
oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo
conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e
irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por
medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios” (Fil. 1:9-11; cf. 4:6,7). Pablo era una luz en su amor por el
evangelio,“Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han
redundado más bien para el progreso del evangelio… ¿Qué, pues? Que no obstante,
de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto
me gozo, y me gozaré aún” (Fil. 1:12,18). Pablo era una luz en su predicación, “Quiero que sepáis,
hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el
progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes
en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás” (Fil. 1:12,13; cf. Hech.
26:29). Pablo era una luz en su actitud, “Nada hagáis por
contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los
demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino
cada cual también por lo de los otros” (Fil. 2:3,4). Pablo era una luz en su comportamiento,“Hermanos, yo
mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil.
3:13,14). Pablo era una luz en su esperanza, “Mas nuestra
ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor
Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que
sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede
también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20,21). Pablo era una luz en su gozo, “Regocijaos en el
Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil. 4:4). Pablo era una luz en su mentalidad, “Por lo demás,
hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo
puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si
algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8). Pablo era una luz en su ejemplo, “Lo que aprendisteis
y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará
con vosotros” (Fil. 4:9; cf. 3:17). Pablo era una luz en su persistencia, “Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13; cf. Hech. 16:25). Pablo fue una luz en su muerte, “Y aunque sea
derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y
regocijo con todos vosotros” (Fil. 2:17; cf. 2 Tim. 4:7,8).