Religión vana


  
“Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. 
La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Sant. 1:26,27).


Por Josué I. Hernández

 
Nos sorprendemos de que la Biblia use tan pocas veces el sustantivo religión, o el adjetivo religioso. Por lo general, entendemos que la religión de alguno son sus creencias y prácticas que particularmente se refieren a Dios. No obstante, suele describirse a una persona como religiosa para indicar su fidelidad, o dedicación, a algo, por ejemplo, cuando alguno observa una dieta religiosamente.
 
Cuando Santiago habla de religión se refiere a la “observación ceremonial” (Strong), al “culto religioso, especialmente externo, el que consiste en ceremonias, disciplina religiosa” (Thayer), es decir, a la “religión en su aspecto externo, culto religioso, en especial referente al servicio ceremonial de la religión” (Vine).
 
Santiago expuso dos puntos vitales. En primer lugar, indicó que la religión de alguno puede ser vana, infructífera, sin valor alguno. En segundo lugar, señaló el peligro del autoengaño por creer que estamos haciendo lo suficiente.
 
Nuestra religión puede ser vana
 
Si bien es un peligro ampliamente reconocido, la amonestación de Santiago a menudo es ignorada. Sencillamente, la religión no tiene valor alguno si es conforme a una mentira. Por ejemplo, los atenienses eran evidentemente “religiosos”, en todo el sentido de la palabra, y Pablo admitió públicamente tal cosa (Hech. 17:22), pero eran idólatras que adoraban desde la ignorancia (Hech. 17:23) y debían arrepentirse (Hech. 17:30). Otro ejemplo lo encontramos en los corintios, quienes habían llegado a negar la resurrección general. El apóstol Pablo razonó con ellos indicándoles que al negar la resurrección la fe de ellos era vana e inútil (1 Cor. 15:12-17).
 
La Biblia da mucha importancia a la verdad. Somos santificados en la verdad (Jn. 17:17) y libertados por ella (Jn. 8:32; cf. Ef. 1:13; Col. 1:5). Por lo tanto, debemos estar verificando que lo que creemos y afirmamos realmente se enseña en la palabra de Dios.
 
Avanzando en este argumento, Santiago indicó la vana religión de aquel que no aplica la verdad a su vida cotidiana. Es decir, de nada nos sirve creer la verdad si no la practicamos. Normalmente el cristiano participa con frecuencia en actos religiosos públicos, cosas que habitualmente son asociadas a la religión, pero “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Sant. 1:26). Sencillamente, el que se conduce con chismes, mentiras, blasfemias, y toda clase de habla maligna, seguramente participa de una religión vana, infructífera, sin valor alguno (cf. Sant. 3:10). En fin, toda impiedad e injusticia hacen del esfuerzo religioso uno vano (cf. Mat. 7:21-23; Rom. 2:17-24).
 
Podemos autoengañarnos
 
Los fariseos hacían largas oraciones mientras devoraban las casas de las viudas (Mar. 12:40). Nosotros podríamos convencernos de que estamos practicando lo suficiente de religión, basándonos, por ejemplo, en algunas observancias en las cuales participamos cada semana. No obstante, la adoración no debe subestimarse, y siempre debe estar equilibrada con una vida piadosa.
 
Miqueas escribió, “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6:8).