“Andemos decentemente, como de día, no en orgías y borracheras, no en
promiscuidad sexual y lujurias, no en pleitos y envidias; antes bien, vestíos
del Señor Jesucristo, y no penséis en proveer para las lujurias de la carne”
(Rom. 13:13,14, LBLA).
Por Josué I. Hernández
El plan del diablo es que ofrezcamos oportunidades para los deseos de la
carne, y para ello él tiene a sus ministros en el negocio de la moda, y el
público general está muy contento con el plan de Satanás. Por contraste, el
plan de Dios es que “Andemos decentemente” sin proveer “para las lujurias de la
carne”.
Theodor Reik,
en su libro “De amor y lujuria”, afirmó que un número asombrosamente grande de
hombres opina que las mujeres son más atractivas parcialmente desnudas en lugar
de totalmente desnudas. Según la opinión de Reik los hombres prefieren ver a
las mujeres parcialmente desnudas.
Mary Quant,
la diseñadora de moda londinense, inventora de la minifalda, afirmaba que las minifaldas
son un símbolo de esas chicas que quieren seducir a los hombres. Cuando se le
preguntaba a dónde conduce la minifalda, Mary Quant respondió “al sexo”.
Las almas perdidas en el pecado saben lo que están haciendo cuando
visten según el estándar cultural de indecencia. Su obscenidad está dirigida al
coqueteo, la lujuria y la promiscuidad sexual.
Durante el secuestro del Santa María, en el año 1967, las mujeres a
bordo estaban muy preocupadas de sufrir abuso de los rebeldes que tomaron el
Santa María. ¿Qué hicieron las mujeres a bordo? Dejaron de lado la “ropa
tentadora”, es decir, dejaron de usar todo aquello que pudiera motivar la
pasión carnal de los piratas.
Sexo en el corazón
Jesucristo dijo, “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero
yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo,
y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que
todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer,
córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y
no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mat. 5:27-30).
Deténgase a pesar en esto un momento. ¿No hay aquí una doble
responsabilidad? Entendemos que el varón es responsable de proteger su mente de
la impureza (cf. Fil. 4:8). Pero, también la mujer es responsable de no motivar
la lujuria en otros. La mujer piadosa nunca se vestiría para promover la
lascivia. Simplemente, ella nunca querría que los hombres tengan sexo con ella
en sus corazones.
La lujuria en el varón no tiene excusa. Pero, si la mujer motiva la
lascivia del varón, ella comparte la culpa. La mujer no es inocente en este
caso.
Conclusión
Si la ropa que usamos fomenta la excitación de la pasión sexual en
otros, hemos cruzado la línea colaborando con la causa de Satanás.
En el plan de Dios su pueblo ha de vestir “con pudor y modestia” (1 Tim.
2:9), andando “decentemente” sin “proveer para las lujurias de la carne” (Rom. 13:13,14,
LBLA).
“que no se descubra la vergüenza de tu desnudez” (Apoc. 3:18).