Consumado es

 


Por Josué I. Hernández
 
 
Según el relato de Juan, las últimas palabras de Jesús en la cruz fueron, “Consumado es” (Jn. 19:30). Estas palabras fueron la culminación de su vida. Ciertamente, Jesús vino a realizar tantas cosas.
 
Vino a predicar el evangelio (Mar. 1:38), las buenas nuevas de salvación, de su reino, y la vida nueva que podemos encontrar en él.
 
Vino a dar testimonio a la verdad (Jn. 18:37). Como el más grande portavoz de Dios, Jesús presentó la verdad en palabra y hechos, de modo que él dijo, “Yo soy… la verdad” (Jn. 14:6).
 
Vino a llamar a los pecadores al arrepentimiento (Luc. 5:32), razón por la cual estaba tan a menudo en compañía de pecadores, para consternación de sus críticos. Trató a los perdidos con misericordia siempre que pudo, pero también los reprendió cuando se oponían.
 
Vino a servir (Mat. 20:28), sirviendo tanto a Dios como al hombre. Todo lo que Jesús hizo benefició a otros de una u otra forma.
 
Vino a cumplir la ley y los profetas (Mat. 5:17). Cada predicción que hicieron de él, ya sea en declaraciones proféticas como en sombras y figuras.
 
Vino a iluminar el mundo (Jn. 12:46), exponiendo la oscuridad del pecado y la ignorancia que era, y es prevalente.
 
Vino a cumplir la voluntad del Padre (Jn. 4:34; 6:38), y lo hizo tan perfectamente que orando dijo, “he acabado la obra que me diste que hiciese” (Jn. 17:4).
 
Vino a “dar su vida en rescate por muchos” (Mar. 10:45), lo cual fue realizado en la cruz. Sin morir en la cruz, su tarea hubiese quedado inconclusa. Es decir, si hubiese hecho todo lo anterior, pero no hubiese muerto en la cruz, no tendríamos perdón ni esperanza.
 
En Cristo aprendemos la importancia de concluir la tarea que hemos recibido de Dios. Años de trabajo y fiel servicio serán en vano si nos desviamos hacia la atracción del mundo, o nos damos por vencidos por la presión.  
 
 
“Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apoc. 2:10).
 
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Sant. 1:12).
 
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Tim. 4:7).