La iglesia
local tiene una responsabilidad que cumplir cuando sus miembros eligen
practicar el pecado. Pablo escribió a los tesalonicenses, “Si alguno no
obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os
juntéis con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis por enemigo, sino
amonestadle como a hermano” (2 Tes. 3:14,15).
¿Por qué la iglesia local debe practicar la disciplina?
1. Porque
Dios manda que lo haga. Las palabras de Pablo a
los tesalonicenses son un mandato directo, no son una sugerencia. “Pero os
ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis
de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que
recibisteis de nosotros” (2 Tes. 3:6). La razón por la cual una iglesia de
Cristo practica la disciplina es porque la disciplina es doctrina de Cristo. 2. Porque
los miembros desordenados lo necesitan. La
disciplina se ejecuta para lograr la salvación del hijo de Dios descarriado.
Santiago escribió, “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado
de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador
del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de
pecados” (Sant. 5:19,20). La disciplina de la iglesia se establece en las
sagradas Escrituras como un esfuerzo de los espirituales para restaurar a los
que han caído en el pecado (Gal. 6:1). Si la iglesia verdaderamente es de
Cristo sus miembros verdaderamente procurarán la salvación de los hermanos en
pecado y se esforzarán por disciplinarles en el amor del Señor. 3. Porque mantiene
la pureza de la iglesia. Otro propósito detrás
del ejercicio de la disciplina en la iglesia es el mantener bajo control la
práctica y propagación del comportamiento pecaminoso entre los miembros. Pablo
dijo por el Espíritu, “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?”
(1 Cor. 5:6). Siendo este el caso, Pablo mandó a los corintios, “Quitad, pues,
a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor. 5:13). 4. Porque
evita la división en la iglesia. La iglesia
local está llamada a disciplinar a todos los que promueven una conducta
divisionista, abriendo una brecha entre los hermanos. Pablo mandó a Tito, un
predicador del evangelio, “Al hombre que cause divisiones, después de una y
otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y
está condenado por su propio juicio” (Tito 3:10,11). El mismo apóstol
instruyó a los santos en Roma de la siguiente manera, “Mas os ruego,
hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de
la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque
tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios
vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los
ingenuos” (Rom. 16:17,18). 5. Porque advierte
a toda la iglesia. Pablo instruyó a Timoteo con respecto a la
disciplina de la siguiente manera, “A los que persisten en pecar,
repréndelos delante de todos, para que los demás también teman” (1 Tim.
5:20). Cuando un miembro de la congregación elige el pecado, en lugar de tratarlo
como si nada pasara, la iglesia debe notar la infidelidad de ese miembro y
procurar restaurarle (Gal. 6:1,2), y si no se arrepiente, la iglesia debe
quitarlo cortando todos los lazos sociales con él hasta que se arrepienta (1
Cor. 5:1-13; 2 Tes. 3:14,15). Cuando la disciplina se lleva a cabo
correctamente, el temor de Dios gobernará los corazones de todos, y todos serán
animados a permanecer fieles.
Conclusión
Asegurémonos
de hacer todo lo posible para cumplir con la responsabilidad que Dios nos ha
dado cuando se trata de practicar la disciplina en la iglesia local.
Simplemente, no podemos creernos más sabios que Dios al ignorar su consejo. “Porque
si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”
(Heb. 10:26,27).