Escapar

 


Por Josué I. Hernández

 
El verbo “escapar” proviene del latín. Este verbo castellano está compuesto del prefijo “ex”, que indica “hacia afuera” (como en exhalar, explorar, expulsar, éxodo, etc.), el sustantivo “cappa” (que era una capucha que caía desde la cabeza, un manto con capucha), y la terminación “ar”, la cual es usada para nombrar verbos a partir de sustantivos (como caminar, de camino, masajear, de masaje, pelear, de pelo, etc.). La idea de “escapar” es salir de un encierro dejando la capa, y en sentido figurado, salir de una amenaza, un peligro, o algo que domina al que sale de él.
 
Usamos el verbo “escapar” para indicar el salir de algún confinamiento o control, por ejemplo, escapar de una prisión, escapar de la muerte, etc. El Nuevo Testamento de Jesucristo tiene mucho que decir acerca de “escapar” en cuanto a lo moral y espiritual.
 
Nuestra primera preocupación debe ser escapar del castigo divino, porque “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Heb. 10:31). Todos los pecadores recibirán la ira de Dios (Rom. 2:8,9). Sin embargo, Dios en su gracia ha provisto en Cristo el medio exclusivo para salvarnos de la ira, “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hech. 4:12). Por lo tanto, el ser fieles discípulos de Jesús es asunto grave, es asunto que requiere diligente atención, porque “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Heb. 2:3). 
 
Escapar del castigo divino implica varios escapes previos. Debemos comenzar escapando del cautiverio en el pecado. Los pecadores se ven a sí mismos como libres, pero en realidad están presos bajo el poder de Satanás, “y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Tim. 2:26). Escapar del poder de Satanás requiere que los pecadores se “arrepientan para conocer la verdad” (2 Tim. 2:25). Simplemente, no hay forma de salvación sin escapar de la contaminación que hay en el mundo a causa de la concupiscencia de los que viven en el error (2 Ped. 1:4; 2:18,20).
 
Cuando alguno escapa del poder de Satanás a los brazos de Cristo, Satanás no le dejará tranquilo, el diablo procurará rutinariamente tentarle a pecar. Sin embargo, recordamos las palabras del apóstol Pablo para cobrar ánimo, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Cor. 10:13).
 
Depende de nosotros usar la “salida”, o vía de “escape”, que Dios siempre provee para no quedar confinados bajo la tragedia que registra el apóstol Pedro: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero” (2 Ped. 2:20).
 
“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos” (Heb. 12:25).