La necesidad de "facciones"

 


Por Josué I. Hernández

 
El título de este artículo parece extraño, e incluso, heterodoxo. ¿Por qué habría alguna necesidad de facciones entre aquellos que afirman seguir a Cristo? Después de todo, Jesús oró para que todos sus discípulos sean uno (Jn. 17:21). Sabemos que Pablo amonestó a los efesios a ser diligentes en preservar y fomentar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef. 4:3). También recordamos que la unidad y la armonía no solo es deseable, sino que también buena y agradable (Sal. 133:1).
 
Sin embargo, hay momentos en los cuales la división es necesaria. Pablo, un hombre inspirado, escribió a los corintios, “Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados” (1 Cor. 11:19).
 
De estas palabras del apóstol, aprendemos que hay momentos en los cuales la paz, la armonía, y la unidad son erróneos, porque en tales casos hay paz con el pecado, armonía con el error, y comunión con los desobedientes.
 
Pablo también escribió a los corintios lo siguiente: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Cor. 6:14-18).
 
Cuando los pecadores persisten en su anarquía y maldad, los cristianos somos llamados a salir de en medio de ellos y separarnos de ellos. En semejante caso la unidad es incorrecta, y la división se requiere.
 
No obstante, debemos ejercer paciencia y procurar la salvación de los que están errando. El amor todo lo espera (1 Cor. 13:7), y debemos esperar prudentemente mientras reprendemos en amor las obras infructuosas de las tinieblas (Ef. 5:11). Así como el Señor dio tiempo a Jezabel para que se arrepintiera (Apoc. 2:21), debemos conceder tiempo para que los hermanos estudien, aprendan y acepten la verdad (cf. Jn. 8:32; Ef. 4:15). Obviamente, la paciencia no debe jamás evolucionar a la tolerancia. Así como la paciencia de Dios se acaba (Apoc. 2:21), cuando hermanos se vuelven reacios a estudiar la palabra de Cristo, y desean continuar en el camino de la oscuridad, el tiempo para la paciencia ha terminado.
 
La división no es un concepto agradable, especialmente cuando hay amistades de años, e incluso parientes involucrados. El pueblo de Dios no desea la división, pero reconoce que hay momentos en los cuales la división es necesaria. Las instancias en las cuales el pueblo de Dios debe apartarse de los que siguen el camino del error son momentos difíciles, pero también son momentos de obediencia al Señor Jesucristo, quien entregó su vida por una iglesia santa y sin mancha (Ef. 5:27).
 
La fidelidad a Cristo ha de ser inquebrantable, y eventualmente dará como resultado la división de aquellos que se oponen a él (Mat. 10:34-37).
 
¿Habrá alguna bendición de la división por obediencia a Cristo? Pablo dijo, “Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados” (1 Cor. 11:19).
 
Los cristianos son “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Ped. 2:9), ellos no se conforman al mundo (Rom. 12:2), ni participan en las obras de las tinieblas (Ef. 5:11), sino que resplandecen “como luminares en el mundo” (Fil. 2:15).