El título de este artículo parece extraño, e
incluso, heterodoxo. ¿Por qué habría alguna necesidad de facciones entre
aquellos que afirman seguir a Cristo? Después de todo, Jesús oró para que todos
sus discípulos sean uno (Jn. 17:21). Sabemos que Pablo amonestó a los efesios a
ser diligentes en preservar y fomentar la unidad del Espíritu en el vínculo de
la paz (Ef. 4:3). También recordamos que la unidad y la armonía no solo es deseable,
sino que también buena y agradable (Sal. 133:1). Sin embargo, hay momentos en los cuales la
división es necesaria. Pablo, un hombre inspirado, escribió a los corintios, “Porque
es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos
entre vosotros los que son aprobados” (1 Cor. 11:19). De estas palabras del apóstol, aprendemos que
hay momentos en los cuales la paz, la armonía, y la unidad son erróneos, porque
en tales casos hay paz con el pecado, armonía con el error, y comunión con los desobedientes. Pablo también escribió a los corintios lo
siguiente: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué
compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con
las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con
el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque
vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré
entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en
medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os
recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas,
dice el Señor Todopoderoso” (2 Cor. 6:14-18). Cuando los pecadores persisten en su anarquía
y maldad, los cristianos somos llamados a salir de en medio de ellos y
separarnos de ellos. En semejante caso la unidad es incorrecta, y la división
se requiere. No obstante, debemos ejercer paciencia y
procurar la salvación de los que están errando. El amor todo lo espera (1 Cor.
13:7), y debemos esperar prudentemente mientras reprendemos en amor las obras
infructuosas de las tinieblas (Ef. 5:11). Así como el Señor dio tiempo a
Jezabel para que se arrepintiera (Apoc. 2:21), debemos conceder tiempo para que
los hermanos estudien, aprendan y acepten la verdad (cf. Jn. 8:32; Ef. 4:15). Obviamente,
la paciencia no debe jamás evolucionar a la tolerancia. Así como la paciencia
de Dios se acaba (Apoc. 2:21), cuando hermanos se vuelven reacios a estudiar la
palabra de Cristo, y desean continuar en el camino de la oscuridad, el tiempo para
la paciencia ha terminado. La división no es un concepto agradable, especialmente
cuando hay amistades de años, e incluso parientes involucrados. El pueblo de
Dios no desea la división, pero reconoce que hay momentos en los cuales la
división es necesaria. Las instancias en las cuales el pueblo de Dios debe
apartarse de los que siguen el camino del error son momentos difíciles, pero
también son momentos de obediencia al Señor Jesucristo, quien entregó su vida
por una iglesia santa y sin mancha (Ef. 5:27). La fidelidad a Cristo ha de ser
inquebrantable, y eventualmente dará como resultado la división de aquellos que
se oponen a él (Mat. 10:34-37). ¿Habrá alguna bendición de la división por
obediencia a Cristo? Pablo dijo, “Porque es preciso que entre vosotros haya
disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados”
(1 Cor. 11:19). Los cristianos son “linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Ped. 2:9), ellos no
se conforman al mundo (Rom. 12:2), ni participan en las obras de las tinieblas
(Ef. 5:11), sino que resplandecen “como luminares en el mundo” (Fil.
2:15).