La fe aprobada por Dios (Heb. 11:1,6) es preciosa (2 Ped. 1:1). Sin
embargo, la Biblia menciona varias clases de fe: “poca fe” (Mat. 8:26),
“grande” fe (Mat. 15:28), “tanta fe” (Luc. 7:9), “fe muerta” (Stg. 2:26), fe
naufragada (1 Tim. 1:19), etc. Santiago describe la fe perfecta, una fe que todos debemos procurar, de
la siguiente manera: “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro
padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó
juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se
cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por
justicia, y fue llamado amigo de Dios” (Sant. 2:21-23). La fe perfecta comienza por oír la palabra de Dios (cf. Rom. 10:17;
Hech. 15:7). Ciertamente, podemos creer algo que Dios no ha dicho, pero cuando
lo hacemos eso no es fe, sino imaginación e ilusiones, tal vez, terquedad de la
propia voluntad, o algo similar. La fe perfecta confía en lo que Dios dice, ya sean sus promesas, ya sean
sus advertencias. Abraham creyó a Dios. Esto es algo extraordinario. Dios
comunicó cosas notables a Abraham. Prometió que engrandecería a Abraham, que su
descendencia se convertiría en una gran nación, incluso, que sería bendición
para el mundo entero. Abraham no entendía cómo Dios haría todo esto (Rom.
4:19,20), pero tomó en cuenta la infinita grandeza de Dios y creyó que Dios lo
haría (Rom. 4:21) avanzando en su caminar de fe (Rom. 4:12). La fe hace esto. La fe perfecta hace lo que Dios dice. Confía en las instrucciones de
Dios con la misma certeza que confía en sus promesas y advertencias. Santiago
ilustra lo que quizás es el mandato más difícil que Dios haya pronunciado a un
hombre. Isaac era el hijo de Abraham a través de quien Dios cumpliría sus
promesas. Sin embargo, Dios le ordenó que tomara a su amado hijo y lo ofreciera
en holocausto (Gen. 22:1-18). ¿Era un mandamiento razonable? ¿No parecía
contradecir las promesas de Dios? Independientemente de lo que pensemos, esto
es lo que Dios mandó y lo que Abraham obedeció sin dudar. El hecho de que Dios
detuvo a Abraham en el último segundo de ninguna manera disminuye la fe de
Abraham (Gen. 22:10-12). Abraham obedeció a Dios. La fe perfecta justifica. La fe de Abraham fue contada para justicia, es
decir, cumplió con la condición por la cual Dios perdona, haciendo al hombre justo
(Rom. 4:5-8). Santiago quiere que entendamos que la única fe que justifica es
la fe activa y obediente, “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado
por las obras, y no solamente por la fe” (Sant. 2:24). La única vez que la Biblia dice “solamente por la fe” (Sant. 2:24)
enseña que el hombre no es justificado solo por la fe. Santiago nos enseña que
es necesario que el creyente manifieste una fe perfecta la cual confía en Dios
y cumple sus demandas.