No prohibir lo que el Señor autoriza

 
“Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa (Mar. 9:38-41).

 
Por Josué I. Hernández
 
 
El Señor amonestó a los doce porque se oponían a uno que andaba haciendo la obra del Señor. El celo sectario de los doce era indebido, y con semejante actitud ellos se oponían a los santos y divinos propósitos de Dios. La corrección del Señor es clara, no debemos oponernos a quién hace la obra de Dios.
 
El Señor Jesús había comisionado a otros para que salieran a obrar milagros en su nombre (Luc. 10:1,9). La persona referida en este caso con toda seguridad había sido investida de poder por Cristo mismo; no obstante, los doce no estaban contentos con la sabiduría de Dios, y en su celo obstaculizaban lo que el Señor autorizaba.
 
A pesar de la sencilla enseñanza que fácilmente podemos apreciar aquí, este pasaje ha sido torcido para fomentar la “unidad en la diversidad”. Pero, el Señor enseñaba la unidad a pesar de la diversidad doctrinal. La diversidad doctrinal que observamos en nuestro derredor no es de Dios, sino de los hombres. El Señor oró “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn. 17:21). No hay alabanza del Señor para quien desparrama lo que él quiere juntar (Mat. 12:30). Jesucristo quiere que sus discípulos hablemos “todos una misma cosa” (1 Cor. 1:10). 
 
Los doce no fueron amonestados porque impedían la unidad en la diversidad, ellos fueron amonestados porque se oponían a que otro obrara en nombre de Cristo. Algo similar hacían algunos predicadores de Roma que predicaban a Cristo por contención y envidia (Fil. 1:15,16).
 
La manera de apoyar la obra de Dios no está lejos de cada uno de nosotros. Primeramente, podemos corregir nuestras motivaciones para quitar todo celo de contención, toda ambición de gloria y espíritu de competencia. En segundo lugar, podemos colaborar con cosas tan sencillas como “un vaso de agua” en el nombre de Cristo a quienes son de Cristo.
 
 
¿Busca usted la gloria de Cristo y el progreso de su evangelio?


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