Cavando profundo



Por Josué I. Hernández

 
Al final de “El sermón del monte”, Jesús enfatizó la importancia de actuar de acuerdo con su enseñanza, no simplemente oírla, no simplemente afirmar cosas, sino poner en práctica. Ilustró su punto con dos constructores, “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mat. 7:24-27).
 
En el relato de Lucas, Jesús dijo que el constructor prudente, es decir, sabio, es aquel “que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca” (Luc. 6:48). Considere la importancia de cavar profundo hasta llegar a la roca.
 
Algunos procuran una obediencia superficial, y se contentan con una fe general sin un mayor compromiso ni sacrificio. Los tales no quieren trabajar para construir sobre la roca. Sin embargo, el Señor Jesús nos llama a un compromiso total, a dejarlo todo por seguirlo a él. No hemos sido llamados a un compromiso superficial, sino a un compromiso profundo (cf. Luc. 14:25-33).
 
Profundizar sugiere ahondar en nuestra fe. En la parábola del sembrador, Jesús comparó los corazones de algunos oyentes con suelo poco profundo. La palabra fácilmente produce una planta, pero debido a que no hay profundidad de tierra (Mar. 4:5) se seca en la aflicción o persecución (Mar. 4:17). Sabemos que la fe viene por oír la palabra de Dios (cf. Mar. 16:15,16; Rom. 10:17; Hech. 15:7), por lo tanto, una fe profunda, es una fe que ha indagado más profundamente en la bendita palabra de Dios, “dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo” (Heb. 6:1).
 
Profundizar indica un arrepentimiento total. En la ilustración de Jesucristo, el constructor cavó profundamente para cimentar su casa sobre roca sólida, quitando todo lo inadecuado. Simplemente, retiró los escombros, las piedras sueltas y la suciedad, y a partir de ahí comenzó a construir. Es posible que también necesitemos hacer mucha limpieza en nuestro corazón y en nuestra vida para llegar a la roca sólida. Creencias erróneas, malas actitudes, hábitos pecaminosos, se encuentran entre nosotros y el verdadero discipulado. Toda la basura debe ser removida, y quitada de en medio, palada por palada. Debemos examinar cada rincón de nuestro corazón, y nuestra vida a la luz del evangelio de Cristo y hacer los cambios que el Señor demanda de nosotros.
 
 
El discipulado es trabajo duro.
No procure tomar un atajo.
Cave profundo.