El plan de Dios en Cristo

 
“Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús el Nazareno, varón confirmado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo en medio vuestro a través de El, tal como vosotros mismos sabéis, a éste, entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, clavasteis en una cruz por manos de impíos y le matasteis, a quien Dios resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que El quedara bajo el dominio de ella” (Hech. 2:22-24, LBLA).


Por Josué I. Hernández

 
Nada toma a Dios por sorpresa, especialmente la muerte de su Santo Hijo Jesús. Dios es eterno y él proclama “lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho” (Is. 46:10). Sencillamente, los santos y divinos propósitos de Dios permanecerán y él hará todo lo que ha designado.
 
El anticipado conocimiento de Dios, es decir, su presciencia, nos motiva a obedecerle con confianza. Isaías escribió acerca de la presciencia de Dios de la siguiente forma: “He aquí se cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, yo os las haré notorias” (Is. 42:9).
 
Jesús fue entregado a la muerte, “por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hech. 2:23), según Dios había determinado que sucediera (Hech. 4:28). Desde la eternidad Dios planificó salvar a los pecadores sacrificando a su Hijo (Ef. 1:4-7). De esto hablaron los profetas al predecir los padecimientos y muerte de Cristo (cf. Is. 53:1-12; Luc. 24:25-27,44).
 
El sacrificio de Jesús por nosotros expresó plenamente el amor y la gracia de Dios (cf. Jn. 3:16; Rom. 5:6-11; 1 Jn. 4:10). Al resucitar de entre los muertos, Jesús dijo que él cumplió todo lo que estaba escrito de él en la ley de moisés, en los profetas y en los salmos (cf. Luc. 24:44,45; Hech. 13:32,33). Los apóstoles fueron testigos de estas cosas y predicaron las buenas nuevas de salvación al mundo (cf. Luc. 24:46-49; Hech. 1:8).
 
Dios ha planificado salvarnos del poder del pecado y sus consecuencias, y ahora él nos llama a creer y obedecer a su Santo Hijo, Jesucristo, para darnos el regalo que ha planificado entregar a los obedientes (Hech. 2:36-41; Heb. 5:8,9).



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