“Amado, yo deseo que
tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu
alma” (3 Jn. 2).
Por Josué I. Hernández
¿Qué tan saludable es tu alma? Dicho de otro
modo, si tu salud física coincidiera con tu salud espiritual, ¿qué tan saludable
lucirías? Poca gente piensa en la salud de su alma, ¿lo haces tú?
El apóstol Juan deseaba que el hermano Gayo
prosperara incluso físicamente “así como prospera tu alma”. Dicho de otro modo,
Juan quería que la prosperidad de Gayo sucediera en consideración de su prosperidad
espiritual. La salud física de Gayo no era tan buena, a pesar de que su salud
espiritual era vibrante y dinámica.
El verbo “prospera” es del griego “euodoo”,
compuesto de dos palabras: “eu”, bueno, y “odos”, camino. Literalmente
significa tener buen camino, tener éxito, y de ahí, prosperar (cf. Rom. 1:10;
1Cor. 16:2. El alma de Gayo disfrutaba de prosperidad, y su condición
espiritual era de tal excelencia que Juan oraba para que la condición física de
Gayo tuviera un grado de vigor semejante al de su estado espiritual.
La prosperidad más importante es la
prosperidad del alma. Lo físico y material, las posesiones, por ejemplo, e
incluso, la salud física, deben estar supeditados, es decir, subordinados, a
los intereses espirituales. Sin embargo, cuando lo material domina sobre lo
espiritual, los resultados serán desastrosos.
Las medidas que tomamos para una salud física
próspera son importantes (cf. Mar. 6:31; Luc. 10:34; 1 Tim. 5:23). El ejercicio
ayuda a disminuir la velocidad de descomposición de nuestros cuerpos destinados
a la muerte, pero el evangelio atiende a la más grande necesidad que tenemos,
la salud de nuestra alma, “Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio
corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues
tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Tim. 4:7,8).
Gayo prosperaba espiritualmente porque andaba
en la verdad del evangelio, “Pues mucho me regocijé cuando vinieron los
hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad” (3
Jn. 3).
El evangelio otorga salud y prosperidad al
alma (cf. Jn. 8:32; Ef. 1:13; 1 Ped. 1:22,23,25). En otras palabras, el
evangelio es la fuente de la prosperidad espiritual.
¿Cuál es la condición
de tu alma?
¿Podrían los hermanos orar para que seas prosperado al grado en el
cual tu alma se encuentra?