Fronteras

 


Por Josué I. Hernández

 
La frontera natural es aquella que separa un territorio mediante un accidente geográfico, como ríos, valles, montañas, etc.; en cambio, la frontera artificial es calculada mediante coordenadas geográficas, y para marcarla, se pueden construir murallas, boyas, monumentos, etc.
 
Las fronteras, los límites, las barreras, las cercas, los muros, los vallados, etc., son esenciales y útiles para todos. Con ellos mantenemos a los intrusos fuera de nuestro patio, de nuestro hogar, así como también establecemos con ellos los derechos de propiedad y las responsabilidades.
 
Dios ha establecido fronteras, límites, que debemos respetar. Dios traslada a todos los que obedecen al evangelio “de la potestad de las tinieblas… al reino de su amado Hijo” (Col. 1:13). El cruce fronterizo del reino de las tinieblas al reino de salvación en Cristo sucede cuando obedecemos al evangelio (Mar. 16:15,16; Hech. 2:37-41,47). Este cruce fronterizo es la conversión “de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios” (Hech. 26:18).
 
Toda alma noble, que busca la salvación en Cristo, debe anhelar cruzar la frontera del compromiso con el pecado para ser recibidos en la comunión con Dios, “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré” (2 Cor. 6:17).
 
Sin embargo, traspasar el límite de la doctrina de Cristo nos hace perder el derecho de comunión con Dios, “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo” (2 Jn.9).
 
El reino de los cielos está delimitado por la palabra de Cristo. El límite de la verdad es para nuestra protección espiritual y seguridad de salvación. Prosperamos espiritualmente dentro de las fronteras establecidas por el Señor.