María y Aarón hablaron contra su hermano
Moisés, y su queja era aparentemente por la mujer cusita que había tomado. Sin
embargo, los celos por la posición de liderazgo de Moisés eran el verdadero
problema, “Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha
hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová” (Num. 12:2). Entonces, Dios
castigó a María con lepra (v.9,10), lo cual nos indica que ella llevó la
delantera en la oposición contra Moisés. Aarón suplicó a Moisés por ella (v.11,12),
y Moisés intercedió por María en oración, “Entonces Moisés clamó a Jehová,
diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora” (Num. 12:13). Si la
oración de Moisés incluyó algo más, el texto no lo registra. Cuando la revuelta de Absalón tomó fuerza (2
Sam. 15:1-12), David huyó apresuradamente para salvar su vida (v.13-18).
Mientras subía la cuesta de los Olivos llorando, él llevaba la cabeza cubierta
y los pies descalzos, así también el pueblo que iba con él subía la cuesta
llorando. Cuando dieron aviso a David de que Ahitofel estaba entre los
conspiradores apoyando a Absalón, David oró a Dios diciendo, “Entorpece
ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel” (2 Sam. 15:31). Una oración
breve, pertinente, enfocada. Cuando Nehemías, el copero del rey
Artajerjes, supo que Jerusalén permanecía en ruinas, oró a Dios suplicando su
favor, y específicamente solicitó hallar gracia ante los ojos del rey (Neh.
1:5-11). Nehemías quería liderar un esfuerzo para reconstruir Jerusalén, pero
no hallaba la oportunidad adecuada para pedir permiso al monarca. Un día,
Artajerjes notó que Nehemías estaba triste y le preguntó sobre ello (Neh. 2:2),
entonces Nehemías explicó el motivo de su tristeza (v.3). En este preciso
instante, el rey dijo, “¿Qué cosa pides?” (v.4). ¿Qué hizo Nehemías en
este momento crítico? La Biblia dice que en aquel preciso momento Nehemías
realizó una oración al Señor, “Entonces oré al Dios de los cielos”
(v.4). Luego de esa oración de emergencia solicitando la ayuda del rey del
universo, Nehemías expuso su petición al rey Artajerjes. Seguramente aquella
oración de Nehemías fue muy breve, pertinente e intensa. Hay muchos ejemplos en las sagradas
Escrituras semejantes a los anteriores. Sin duda alguna, la Biblia nos enseña
una valiosa lección que algunos parecen no aceptar: La oración eficaz suele ser
breve y pertinente. Hay momentos en los cuales necesitamos urgentemente
elevar una oración de acción de gracias o una petición específica. En tales
circunstancias no necesitamos decir nada más. La vana palabrería no impresiona
a Dios (Mat. 6:7). Nuestro Padre no necesita que le informemos de lo que nos
sucede (Mat. 6:8,32), somos nosotros los que necesitamos expresar nuestra fe en
oración (cf. Luc. 18:1; Ef. 6:18; Col. 4:2). Si vamos a dar gracias por los alimentos, ¿no
debe nuestra oración estar centrada en ello? Si vamos a orar para dar gracias
por el pan sin levadura o el fruto de la vida, ¿no debiéramos hacer
precisamente eso? Las oraciones no son discursos o sermones al público
presente. La oración es una comunicación a Dios. Si hubo sermón y está por
concluir la reunión de la iglesia, ¿necesitamos otro sermón en la oración
final? Debemos orar sin cesar (1 Tes. 5:17) y por
todos los hombres (1 Tim. 2:1). Pero, nuestras oraciones deben estar enfocadas,
deben ser pertinentes, y deben estar despojadas de las vanas repeticiones y palabrería.