Tiempo de callar

 


Por Josué I. Hernández
 

En el libro Eclesiastés, Salomón indicó que hay “tiempo de callar, y tiempo de hablar” (Ecles. 3:7). Así también hay otros momentos, o instancias, en su lista. En el contexto, el punto de Salomón no es que debamos hacer las cosas en el momento apropiado, sino nuestro fracaso en reconocer el tiempo designado por Dios, lo cual explica la vanidad de nuestros esfuerzos. Por supuesto, hay mucho que podemos decir a favor de actuar en los momentos oportunos.
 
La mayoría reconoce fácilmente cuando cree que ha llegado el tiempo para hablar, sin embargo, no logra reconocer el tiempo para callar, es decir, el tiempo para abstenerse de hablar. No obstante, las sagradas Escrituras y el sentido común nos revelan que hay tiempos en los cuales es necesario permanecer en silencio. He aquí sabiduría.
 
Cuando Dios habla
 
No hay momento en el cual el silencio sea tan necesario como cuando Dios habla. ¿Recuerda el consejo de Elí a Samuel, cuando entendió que era Dios quien llamaba al niño? “Y dijo Elí a Samuel: Vé y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye” (1 Sam. 3:9).
 
Hoy en día Dios nos habla a través de su palabra, la Biblia. Todo momento de estudio bíblico es tiempo para callar y estar atentos a la palabra de Dios. Debemos evitar las interrupciones generales, pero también las particulares. Específicamente, debemos quitar el diálogo interno que interrumpa a Dios en nuestro corazón. Es totalmente incorrecto el ser prontos para objetar al Señor en nuestro corazón porque no nos gusta su mensaje a nosotros. Este es el contexto de Santiago cuando dijo, “…todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Sant. 1:19,20).
 
Cuando otros hablan
 
Un momento importante para callar es cuando otros hablan. La cortesía común lo requiere, y las buenas costumbres indican como inapropiado el interrumpir a quien está hablando. No lo negamos, a veces el impulso es fuerte, especialmente cuando creemos que lo que vamos a decir es de suma importancia, o cuando pensamos que lo que están diciendo es erróneo. A pesar de todo esto, hablar por turno es mucho más rentable que hablar todos a la vez, y, por supuesto, es infinitamente mejor que alzar la voz cuando todos hablan y nadie escucha. Pablo insistió en esta regla cuando la iglesia se reúne (1 Cor. 14:26-33).
 
En fin, el sabio no monopoliza la conversación, “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente” (Prov. 10:19).
 
Cuando la experiencia habla
 
Al joven le conviene prestar atención a la voz de la experiencia. Específicamente, a la experiencia acorde a la palabra de Dios. No son pocos los jóvenes que han dejado de prestar la debida atención a sus mayores. Cada generación le dice a la siguiente los muchos problemas que podría evitar. Estos momentos son preciosos para los más jóvenes, son instancias en las cuales deben abstenerse de hablar, y así evitar el sufrimiento por aprender por experiencia personal lo que otros le indicaban con sus sabios consejos, “Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es entendido” (Prov. 17:28).
 
Cuando no sabemos qué decir
 
Hay momentos en los cuales no tenemos algo beneficioso que decir, ¿qué haremos entonces? No podemos hablar sólo por hablar, “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Col. 4:5,6).

Saber hablar a tiempo, en el momento oportuno, puede ser de gran ayuda y hacer mucho bien a la persona que lo recibe, “El hombre se alegra con la respuesta de su boca; y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!” (Prov. 15:23).