¡Precaución, maestros!

 


Por Josué I Hernández

 
Santiago 3:1-12 es un párrafo muy conocido sobre el control de la lengua, pero no es un tema nuevo en la epístola de Santiago. Anteriormente, Santiago nos advirtió que fuéramos lentos para hablar (1:19), y además advirtió que el no refrenar la lengua hace de nuestra religión una religión vana (1:26). Pero, también Santiago ha presentado varias ilustraciones del habla necia, al dar preferencia a ciertos visitantes en desmedro de otros (2:3), al profesar una fe que no es acompañada de obras que la perfeccionan (2:14,18,22), y al ofrecer palabras vacías de consuelo a los necesitados (2:15,16).
 
El versículo 1 establece el contexto, “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos un juicio más severo” (Sant. 3:1, LBLA). Este versículo es la contraparte de Hebreos 5:12, “debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo”. Por supuesto, Santiago no quiso desalentar el desarrollo de maestros y su trabajo de predicación. Más bien quería fomentar su correcto desarrollo y eficiente trabajo indicando su gravedad.
 
La enseñanza de la palabra es una función vital (Ef. 1:13; 4:12-16). A los perdidos se les debe enseñar el evangelio salvador de Jesucristo, a los nuevos cristianos se les debe enseñar a vivir como discípulos de Jesús, a los cristianos en crecimiento se les debe instruir en los asuntos más sustanciosos de las sagradas Escrituras para que se edifiquen en la fe, y a los más maduros se les debe recordar todo esto. En resumen, ¡necesitamos buenos maestros!
 
No queremos maestros que “no entienden lo que dicen ni las cosas acerca de las cuales hacen declaraciones categóricas” (1 Tim. 1:7, LBLA). Los maestros de Biblia que tienen motivaciones egoístas no usan bien la palabra de verdad (2 Tim. 2:15), ¿cómo lo harían si no les importa la verdad? Esta clase de maestros causan mucho daño, “y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mat. 15:14).
 
Santiago no hace más referencias directas a los maestros en este párrafo, y aunque sus comentarios sobre la lengua son de aplicación general, no debemos olvidar el estudiar esta enseñanza en su aplicación principal a los maestros.
 
Que recordemos la advertencia de Santiago, en la cual se agrega a sí mismo, “recibiremos un juicio más severo” (Sant. 3:1, LBLA). Por lo tanto, la primera lección que todo maestro debe aprender es aplicar las Escrituras a sí mismo antes de intentar enseñar a otros (cf. Esd. 7:10). A su vez, toda iglesia del Señor debe tomar en cuenta estas cosas, y no permitir que suban al púlpito maestros que no usan bien su lengua.