Una lengua indomable

 


Por Josué I. Hernández

 
Santiago dijo, y lo dijo sin irse por las ramas, “mas la lengua no la puede ningún hombre domar: es un mal veleidoso, lleno de veneno mortal” (Sant. 3:8, VM). ¿A qué se refiere Santiago con esto? ¿Debemos dejar de intentar controlar lo que hablamos? ¿Debemos dar rienda suelta a nuestra lengua? ¡Por supuesto que no! Santiago no está diciendo que dejemos de intentar domar nuestra lengua. Por el contrario, debemos hacer un esfuerzo diligente y perseverante por lograrlo porque si no lo hacemos nuestra lengua nos destruirá.
 
“De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así” (Sant. 3:10). En sus Notas sobre Santiago, Bill H. Reeves comenta: “Todo lo que decimos debería quedar sometido a la triple prueba: ¿Es verdad? ¿Es bondadoso? ¿Es necesario? Deberíamos pedir constantemente al Señor que ponga guarda delante de nuestros labios (Sal. 141:3), y orar que las palabras de nuestras bocas y las meditaciones de nuestros corazones puedan ser aceptables delante de Aquel que es nuestra fuerza y Redentor (Sal. 19:14). Deberíamos recordar que nuestros miembros en Romamos 12:1 incluyen la lengua”.
 
Considere la descripción que realiza Santiago de la capacidad de la lengua indómita, es decir, indomable, fiera, bravía: “Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida. Porque todo género de fieras y de aves, de reptiles y de animales marinos, se puede domar y ha sido domado por el género humano, pero ningún hombre puede domar la lengua; es un mal turbulento y lleno de veneno mortal” (Sant. 3:6-8, LBLA).
 
Una lengua indómita es un fuego. El fuego puede ser beneficioso, pero Santiago está pensando en su fuerza destructiva. Fácilmente podemos entender la magnitud de la referencia. “He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” (Sant. 3:5). Un incendio puede destruir en minutos una casa que nos tomó años construirla o pagarla. Una lengua indomable destruye con la misma rapidez.
 
Una lengua indómita es un mundo de maldad. Como indica Lenski, “la encarnación de todo mal”. Bill H. Reeves comenta lo siguiente, “La lengua es un mundo (la suma total) de maldad, en su esfera de actividades pecaminosas”. Es sencillo de entender, la lengua indómita expresa cada pensamiento, motivo, sentimiento, intención y acción, pecaminosos. A menudo, la lengua indomable camufla estos males en términos que suenan inocentes o incluso elogiosos.
 
Una lengua indómita contamina todo el cuerpo. Es cáncer espiritual que se disemina por todo el ser. En palabras de Jesucristo, una lengua sin control es el portavoz de un corazón incontrolado (cf. Mat. 15:18-20). “Significativamente, el pensamiento aquí no es el del daño que la lengua hace al cuerpo de Cristo, o al mundo entero del orden social, sino el efecto manchador y contaminante sobre el poseedor incontrolado de la lengua” (J. B. Coffman).
 
Una lengua indómita inflama la rueda de la creación. Esta expresión hace referencia a la totalidad de nuestra existencia, ya sea pensada cronológicamente, ya sea considerada en todos los aspectos de la vida y su interacción con los demás. “Parece que Santiago se refiere a la influencia de la lengua en todo el curso o período de la existencia del hombre” (Bill. H. Reeves).
 
Una lengua indómita es inflamada por el infierno. El infierno es el lugar del castigo eterno, que la Biblia típicamente describe como un lugar de fuego. Santiago indica que las mismas llamas del infierno enciende el fuego de la lengua. “La fuente del mal uso de la lengua es el mismo lugar de tormento eterno, como los demonios son la fuente del error (1 Timoteo 4:1)” (B. H. Reeves). Es posible que Santiago esté usando el infierno como metonimia para Satanás, señalando, por lo tanto, el destino preparado para él (Mat. 25:41) y los hijos de él (Jn. 8:44).
 
Una lengua indómita es un mal que no puede ser refrenado. La inquietud de la lengua indomable es caracterizada claramente como un animal feroz que no puede ser sometido, está siempre ansiosa por actuar conforme a su naturaleza, “Es como una bestia enjaulada, incluso en las mejores circunstancias, siempre buscando una oportunidad para salir y prender fuego al mundo entero” (J. B. Coffman).
 
Una lengua indómita está llena de veneno mortal. “sospechamos que Santiago tiene en mente a la agitada serpiente, llena de un veneno terriblemente mortífero. Una gota o dos serían letales. Así la lengua puede envenenar mentes y asesinar caracteres” (W. MacDonald). Piense en lo siguiente: ¿Soltaría usted una serpiente cascabel en el edificio de reuniones de la iglesia? Seguramente, la consecuencia sería mayor a la que ocurre cuando un perro o un gato ha ingresado a nuestra clase bíblica. Sabemos del peligro de una serpiente entre nosotros, no querríamos dejarla actuar. El punto de Santiago en sencillo, pero potente, una lengua indomable es peligro letal.