A medias

 
Por Josué I. Hernández

 
La expresión “a medias” se usa coloquialmente para indicar que algo ha sido hecho de manera incompleta, de manera parcial, o que simplemente, se deja sin terminar. Tal cosa suele suceder porque alguna distracción ha cautivado la mente, dividiendo así el esfuerzo enfocado. El mal de muchos es ser reconocidos como poco diligentes e indispuestos al sacrificio para lograr alguna meta. Sencillamente no son perseverantes, y no completan lo que hubieren comenzado con entusiasmo. No realizan con perseverancia sus proyectos, sus matrimonios, o sus compromisos con Dios. Por supuesto, nadie podría servir al Señor a medias. O le servimos o no.
 
Jesús dijo, “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro” (Mat. 6:24). El estaba hablando específicamente de Dios contra el dinero cuando realizó esta declaración, pero se aplica a cualquier ídolo que estemos tratando de servir a la par de Dios. Puede ser la recreación, el placer, el estatus, la aprobación mundana, alguna relación sentimental, o simplemente el propio ego. Sea lo que fuere, si tal ídolo impide el servicio incondicional a Dios, ese ídolo nos está consumiendo espiritualmente, y Dios no recibirá un servicio a medias.
 
El servicio a medias es un problema antiguo. Elías lo enfrentó cuando señaló el pecado de los israelitas que trataban de servir a Dios y a Baal, “Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra” (1 Rey. 18:21).
 
El pueblo samaritano (cf. Jn. 4:9) resultó de una mixtura de diferentes pueblos y culturas (1 Rey. 17:24-33). El texto bíblico comenta lo siguiente sobre el culto sincretista de ellos, “Así temieron a Jehová aquellas gentes, y al mismo tiempo sirvieron a sus ídolos; y también sus hijos y sus nietos, según como hicieron sus padres, así hacen hasta hoy” (2 Rey. 17:41).  
 
Eventualmente todos nos encontraremos ante la encrucijada, y tendremos que seguir una de dos vías. Para los que se han resuelto a servir a Dios la decisión está tomada. Tal fue el caso de Josué: “Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:14,15).


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