La expresión “a medias” se usa coloquialmente
para indicar que algo ha sido hecho de manera incompleta, de manera parcial, o que
simplemente, se deja sin terminar. Tal cosa suele suceder porque alguna distracción
ha cautivado la mente, dividiendo así el esfuerzo enfocado. El mal de muchos es
ser reconocidos como poco diligentes e indispuestos al sacrificio para lograr
alguna meta. Sencillamente no son perseverantes, y no completan lo que hubieren
comenzado con entusiasmo. No realizan con perseverancia sus proyectos, sus
matrimonios, o sus compromisos con Dios. Por supuesto, nadie podría servir al
Señor a medias. O le servimos o no. Jesús dijo, “Ninguno puede servir a dos
señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro” (Mat. 6:24). El estaba hablando específicamente de
Dios contra el dinero cuando realizó esta declaración, pero se aplica a
cualquier ídolo que estemos tratando de servir a la par de Dios. Puede ser la
recreación, el placer, el estatus, la aprobación mundana, alguna relación
sentimental, o simplemente el propio ego. Sea lo que fuere, si tal ídolo impide
el servicio incondicional a Dios, ese ídolo nos está consumiendo
espiritualmente, y Dios no recibirá un servicio a medias. El servicio a medias es un problema antiguo.
Elías lo enfrentó cuando señaló el pecado de los israelitas que trataban de
servir a Dios y a Baal, “Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta
cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios,
seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra” (1
Rey. 18:21). El pueblo samaritano (cf. Jn. 4:9) resultó de
una mixtura de diferentes pueblos y culturas (1 Rey. 17:24-33). El texto bíblico
comenta lo siguiente sobre el culto sincretista de ellos, “Así temieron a
Jehová aquellas gentes, y al mismo tiempo sirvieron a sus ídolos; y también sus
hijos y sus nietos, según como hicieron sus padres, así hacen hasta hoy” (2
Rey. 17:41). Eventualmente todos nos encontraremos ante la
encrucijada, y tendremos que seguir una de dos vías. Para los que se han resuelto
a servir a Dios la decisión está tomada. Tal fue el caso de Josué: “Ahora,
pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre
vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del
río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová,
escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros
padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos
en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:14,15).