Adulterio


  
“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Sant. 4:4).


Por Josué I. Hernández

 
A lo largo de su epístola, Santiago se ha dirigido a sus lectores como “hermanos míos” (1:2; 2:1,14; 3:1,10,12). Incluso, Santiago les llamó “amados hermanos” (1:16,19; 2:5). Sin embargo, nos asombra cuando leemos que Santiago les dijo “almas adúlteras”. De seguro quedaron asombrados los primeros lectores cuando leyeron esta línea. Santiago quería despertarlos a su estado espiritual, y la manera en que lo hizo es maravillosa.
 
Es probable que Santiago usara el concepto de “adulterio” tal como lo hacían con frecuencia los profetas del Antiguo Testamento. El pueblo de Dios ha ingresado a una relación tan íntima con el Señor, que la Biblia a menudo la describe como un matrimonio. Por consiguiente, si somos infieles al Señor, somos adúlteros (cf. Jer. 31:32; Os. 3:20).
 
Los profetas usaron la figura de “adulterio” para exponer la idolatría. Los lectores de Santiago no adoraban alguna imagen o estatua. Sin embargo, su conducta mundana, por ejemplo, favoreciendo a los ricos (2:1-13), usando mal su lengua (3:1-12), o combatiendo y luchando los unos contra los otros (4:1,2), los exponía en una relación impropia con el dios de este mundo, en lugar de estar unidos en una relación íntima y fiel con el Señor. Recuerde la advertencia de Santiago en 1:26, la religión que no produce una conducta piadosa no tiene valor para con Dios.
 
El adulterio literal, por supuesto, es parte de este cuadro que ha pintado Santiago. El adulterio ni siquiera debería nombrarse entre el pueblo de Dios (Ef. 5:3). Lamentablemente, y con frecuencia, lo es. El pecado sexual siempre ha sido una tentación común, y en nuestra sociedad que aparentemente quiere eliminar todas las restricciones, estamos rodeados por el mal uso y el abuso del sexo.
 
La enseñanza de Jesucristo es clara. Jesús dijo, “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mat. 19:9). Siendo este el caso, no es inusual encontrar hombre y mujeres que viven en adulterio, pero que a la vez se identifican como cristianos.
 
Santiago indicó que el adulterio espiritual es la “amistad” (gr. “filía”) para con el mundo. Este amor amistoso está basado en los mutuos intereses, es decir, en las cosas comunes y afines. Por lo tanto, la afinidad con el mundo es enemistad contra Dios.
 
Santiago nos hace pensar en nuestra actitud y conducta. Dicho de otra manera, el cristiano tiene que decidirse y actuar, y la verdadera elección se refleja en la conducta diaria. De hecho, todos los días nos conducimos conforme a nuestra elección.
 
 
Ningún marido piadoso estará dispuesto a compartir los afectos de su esposa con otros, y Dios no es la excepción. Su pueblo debe ser completamente suyo.