Por Josué I. Hernández
Jesús enseñó la historia de cierto
terrateniente rico cuyas propiedades habían producido abundantemente. Las palabras
de este hombre rico satisfecho fueron las siguientes, “¿Qué haré, porque no
tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y
los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a
mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come,
bebe, regocíjate” (Luc. 12:17-19). “Pero Dios le dijo: Insensato, esta
misma noche te pedirán el alma, y lo que has acumulado, ¿para quién será?”
(Luc. 12:20, NC).
El fariseo de otra de las historias de Jesús
era un religioso satisfecho, quien subió al templo y oró, “Dios, te doy
gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni
aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo
que gano” (Luc. 18:11,12). A pesar de la autosatisfacción del fariseo,
Jesús, quien es nuestro juez final, dijo que este hombre no estaba justificado
delante de Dios (Luc. 12:14).
La iglesia en Laodicea estaba satisfecha, y decía,
“Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad” (Apoc.
3:17). Sin embargo, Dios les replicó, “no sabes que tú eres un desventurado,
miserable, pobre, ciego y desnudo”.
Saulo de Tarso estaba satisfecho con su
religión, y dijo: “y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis
contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis
padres” (Gal. 1:14). “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas
cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén.
Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los
principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto” (Hech.
26:9,10). El problema era que las tradiciones de Saulo y las propias nociones
que mantenía como estándar en su mente eran lo que Dios quería. Simplemente, el
hecho de que la mayoría crea algo, o que cierta cosa se haya creído por mucho
tiempo, no significa que lo creído sea verdad. Sabemos lo que sucedió. Saulo
fue lo suficientemente honesto para cambiar cuando supo la verdad.
¡Estos ejemplos ilustran cuán satisfecha
puede estar una persona con su religión mientras Dios está muy descontento con
ella! Para agradar a Dios debemos seguir su estándar, lo cual nos indica la
necesidad de un estudio bíblico continuo, y el posterior autoexamen regular.
Saulo de Tarso, conocido luego como Pablo, el
apóstol Pablo, escribió lo siguiente, “No que lo haya alcanzado ya, ni que
ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual
fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos,
esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios”
(Fil. 3:12-15).