Por Josué I. Hernández
- “Someteos, pues, a Dios” (Sant. 4:7). La sumisión es entregar la voluntad de uno a Dios, sin quejarse, sin discutir, sin dudar. Como aprendimos de Jesucristo, “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mat. 6:10; cf. Jn. 4:34; 5:30; 6:38; 8:29).
- “resistid al diablo, y huirá de vosotros” (4:7). En lugar de resistir la voluntad de Dios, debemos resistir al diablo. Podemos y debemos hacerlo, “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Ef. 6:13). Al resistir a este matón espiritual, él huirá como un cobarde.
- “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (4:8). La imagen es elocuente. El diablo huye, y Dios se acerca mientras los arrepentidos se acercan a él. La idea de acercarse a Dios a menudo se refiere a “acercarse a Dios en adoración”, pero aquí es más inclusiva. En lugar de ser amigos del mundo (Sant. 4:4) debemos buscar la afinidad con Dios, dejando que él llene nuestros corazones.
- “Pecadores, limpiad las manos” (4:8). Nuestras manos son los instrumentos a través de los cuales actuamos. Por lo tanto, Santiago llama a una reformación total de la conducta, lo cual continúa especificando:
- “vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (4:8). Cualquier reformación real comienza en el corazón. Todo cambio que no involucre primeramente el corazón será insuficiente y de corto alcance. Recordemos, el hombre de manos limpias y corazón puro tendrá comunión con Dios (Sal. 24:3,4). Santiago señala correctamente que el problema suele ser la doble ambición (cf. Sant. 1:8), tratando de hacer la voluntad de Dios y salirse con la suya. Simplemente, nadie puede servir a dos señores al mismo tiempo (cf. Mat. 6:24).
- “Afligíos, y lamentad, y llorad” (4:9). Algunas personas creen que el arrepentimiento es la tristeza, sobre todo si hay lágrimas. Sin embargo, el arrepentimiento no es la tristeza, pero está conectado con ella. El arrepentimiento es un cambio producido por la tristeza según Dios (2 Cor. 7:10), es la consecuencia de la tristeza de haber pecado contra Dios. Santiago llama a un dolor genuino y profundo por el pecado, usando términos que normalmente están asociados con el luto. El punto es que el pecado es grave, y no debe ser tomado a la ligera. Los que excusan su pecado, o lo encubren, no se han arrepentido. Los que postergan la obediencia al evangelio (Hech. 17:32) no se han arrepentido.
- “Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza” (4:9). Santiago no está diciendo que los cristianos no puedan gozarse en el Señor (Fil. 4:4) y en las cosas que él da “en abundancia para que las disfrutemos” (cf. 1 Tim. 6:17; cf. 1 Tim. 4:3-5; Hech. 14:17). El punto de Santiago es despertar a los pecadores a la reacción que debieran manifestar al entender la gravedad de su condición en pecado. El pecado no es motivo de risa, no debe ser minimizado alegremente, ni abrazado con cariño.
- “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (4:10). El primer mandamiento, “Someteos, pues, a Dios”, y éste último “Humillaos delante del Señor”, son las columnas que soportan toda la instrucción de Santiago. La clave es someternos y humillarnos bajo la voluntad de Dios. Por lo tanto, no nos exaltemos, dejemos que Dios lo haga, de la manera correcta y en momento oportuno. Recordemos que Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes (Sant. 4:6).