“porque no hay
acepción de personas para con Dios” (Rom. 2:11).
Por Josué I. Hernández
No es fácil ser objetivo en nuestros juicios,
sin embargo, Dios es objetivo y totalmente imparcial en todos sus juicios, y él
espera que nosotros también lo seamos. Sencillamente, Dios no actúa en base al
favoritismo, prefiriendo a unos en desmedro de otros. Dios no tiene favoritos.
Dios acepta a todos los que le temen y hacen justicia (Hech. 10:34,35), y juzga
imparcialmente según la obra de cada uno (1 Ped. 1:17). Por lo tanto, debemos
desarrollar el carácter imparcial de nuestro Padre celestial. Debido a que Dios es imparcial y aborrece el
favoritismo, el apóstol Pablo se negó a cambiar su predicación para agradar a
los hombres, y dijo: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de
Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los
hombres, no sería siervo de Cristo” (Gal. 1:10; 2:4-6). El que hace acepción
de personas procura agradar a los hombres, no a todos, sino a sus favoritos. Bajo la ley mosaica la instrucción a Israel fue
clara, “No pervertirás el derecho de tu mendigo en su pleito” (Ex. 23:6;
cf. Lev. 19:15,18). Santiago escribió, “En cambio la sabiduría
que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, indulgente,
dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía”
(Sant. 3:17, JER). El prejuicio, es decir, el juicio de antemano
y sin evidencia (cf. Prov. 18:13), y el trato preferencial basado en
consideraciones carnales, son pecado; y todo pecado es grave (cf. Sant.
2:1-13). Dicho de otro modo, todo favoritismo es malo, por ejemplo, el mostrado
a los ricos en desmedro de los pobres (Sant. 2:2-4). El favoritismo deshonra a los despreciados
(2:6), es una falta de amor (2:8,9) de misericordia (2:12,13) y de temor de
Dios. El temor de Dios nos protege de hacer acepción de personas, pero el temor
de los hombres es la causa básica del favoritismo (cf. 2 Cron. 19:5-7; Deut.
1:17). El favoritismo es tan peligroso que Pablo
dejó una línea para amonestar a Timoteo al respecto, “Te encarezco delante
de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas
cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad” (1 Tim. 5:21).