Perdió la cabeza por decir la verdad

 
Por Josué I. Hernández

 
Juan el bautista fue un predicador que perdió la cabeza. Por lo general, cuando hablamos de alguien que “perdió la cabeza” indicamos que perdió la compostura y se dejó llevar por la emoción. Algunos predicadores han perdido la cabeza en alguna oportunidad, pero Juan no la perdió en ese sentido. Literalmente, Juan perdió su cabeza por decir la verdad.
 
Herodes Antipas encarceló a Juan por su predicación, y lo mantuvo con vida por un tiempo. Sin embargo, Herodías, la esposa ilegítima de Herodes, odiaba a Juan y quería matarlo. Sabemos la historia. En el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías bailó ante el rey y sus invitados. Herodes se emocionó tanto con el baile de ella que “perdió la cabeza”, y esto al punto que le ofreció todo lo que ella quisiera, hasta la mitad de su reino. Instruida por su madre, la joven pidió la cabeza de Juan en una bandeja. Herodes, aunque profundamente entristecido, accedió, y ordenó la ejecución inmediata de Juan (Mar. 6:14-19).
 
A Herodes no le molestaba el hecho de que Juan fuera un predicador. Por el contrario, Marcos dice que al rey le gustaba escuchar a Juan, al punto de quedar perplejo. El problema, obviamente, es lo que predicó Juan. Simplemente, si Juan hubiera predicado cualquier otra cosa no habría perdido la cabeza.
 
Juan podía predicar sobre el amor y la gracia de Dios, y sin duda Juan habló de ello. Juan podía señalar a Jesús como el Hijo de Dios, para lo cual él estaba en una posición única (Jn. 1:29-34). Estoy seguro de que Juan predicó esto también. Juan predicó que el reino estaba cerca (Mat. 3:2), y aunque Herodes era un rey vasallo de Roma, la naturaleza del reinado de Jesús era tal que Herodes no habría decapitado a Juan por haber señalado la inminencia del reino de Dios. Todas estas cosas, “y otras muchas exhortaciones” (cf. Luc. 3:10-18) Juan las predicó, y al exponerlas no estaba en peligro de perder su vida.
 
El problema surgió cuando Juan predicó lo que Pablo llamó “todo el consejo de Dios” (cf. Hech. 20:27). Juan el bautista especificó a Herodes que, para recibir la misericordia de Dios, Herodes tendría que arrepentirse. Juan enseñó que el reino de los cielos no estaba compuesto por ciudadanos negligentes sin compromiso, sino por aquellos comprometidos a obedecer a Dios, y Juan fue específico con Herodes: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano” (Mar. 6:18). ¿Por qué? Porque Herodes se había divorciado de su legítima mujer para tomar a Herodías, la mujer de su hermano Felipe. La relación de Herodes y Herodías era un matrimonio adúltero (cf. Mat. 19:9), y necesitaban arrepentirse, es decir, terminar tal relación. Cuando Juan especificó esto… ya sabemos el resto de la historia.
 
La falta en la predicación de algunos hoy en día no está en lo que dicen, sino en lo que callan. Tales predicadores enseñan la verdad hasta un punto, pero no llegan lo suficientemente lejos.
 
No sirve de mucho el enseñar a la gente lo que Dios les ofrece si nunca llegamos a decirles el precio que tienen que pagar, es decir, lo que Dios requiere de ellos. La predicación actual puede mantener a muchos contentos en su pecado, y a los predicadores con su cabeza intacta. El problema con tal predicación es que no agrada a Dios ni salva almas.


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