Jesucristo obedeció por amor



“No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí. Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí” (Jn. 14:30,31).


Por Josué I. Hernández

 
Jesús, nuestro Señor, estaba a punto de ser traicionado, arrestado, juzgado, y condenado a muerte por crucifixión. Debido a su grande amor por nosotros, Dios envió a su Hijo, y el santo Hijo de Dios debía morir para salvarnos (Jn. 3:14-16; 1 Jn. 3:16; 4:8-10). Sin embargo, la muerte de Jesucristo en la cruz no solo es la expresión del amor de Dios por nosotros, sino también la expresión del amor obediente de Jesús al Padre (cf. Rom. 5:8; Jn. 6:38; 10:18).
 
El amor de Cristo por el Padre lo impulsó a hacer la voluntad del Padre, “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:8). Esta obediencia abnegada y desinteresada de Jesucristo lo convierte en el ejemplo de amor para todos nosotros.
 
Jesús dijo, “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15). Aprendemos, entonces, que Jesús quiere que nos sujetemos al mismo estándar al cual él se sujetó, y que expresemos el amor por él a través de la obediencia fiel y perseverante.
 
Debemos enfocar la obediencia como la medida plena de la devoción del amor. Juan escribió, “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn. 3:18).
 
En consecuencia, no debemos extrañarnos de que Jesús sea el “autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Heb. 5:9).
 
Cristo dijo, “Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí” (Jn. 14:31).
 
 
Levantémonos también nosotros para obedecer a Dios.