“Y perseverando
unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos
con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo
el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”
(Hech. 2:46,47).
Por Josué I. Hernández