Por Josué I. Hernández
Como dijimos, y ahora repetimos, la oración y el canto no son mutuamente excluyentes. Uno puede orar cuando está alegre y cantar cuando está triste. De hecho, podemos regocijarnos aún en el sufrimiento. Por ejemplo, los apóstoles se regocijaron de sufrir por la causa de Cristo (Hech. 5:41). Otro ejemplo, Pablo y Silas cantaron himnos de alabanza cuando el sufrimiento aún no cesaba, es decir, mientras permanecían en el calabozo (Hech. 16:24,25). En fin, no importa la circunstancia, siempre alguna forma de adoración será oportuna, porque Dios siempre es digno de ser alabado.