Alegre y cantando alabanzas

 


Por Josué I. Hernández

 
Santiago escribió por el Espíritu lo siguiente, “¿Sufre alguno entre vosotros? Que haga oración. ¿Está alguno alegre? Que cante alabanzas” (Sant. 5:13).
 
Las circunstancias de gozo siguen a las de tristeza, y la reacción natural de un corazón gozoso es cantar alabanzas a Dios. Santiago indica dos reacciones opuestas, pero no excluyentes, y dirigidas al centro de la vida del cristiano, Dios.
 
Anteriormente, Santiago señaló que “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (1:17), por lo tanto, la reacción natural del cristiano es elogiar elocuentemente a la fuente de todo lo bueno en su vida comportándose en toda circunstancia como un verdadero adorador (Jn. 4:23,24). Pablo dijo a los colosenses, “cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones” (Col. 3:16, LBLA).
 
“Cuando el sol del favor de Dios descansa sobre nosotros, nos llenamos de gozo y alegría. Entonces ha llegado el momento de cantar con regocijo… Los escritores del libro de Salmos nos enseñan cómo hacerlo. Ellos mantienen su gozo y felicidad dentro de un marco adecuado y le dan a Dios la gloria, el honor y la alabanza que le corresponden… En definitiva, debemos ser pacientes en la oración en la adversidad y agradecidos y felices en la prosperidad” (Simon J. Kistemaker).
 
Como dijimos, y ahora repetimos, la oración y el canto no son mutuamente excluyentes. Uno puede orar cuando está alegre y cantar cuando está triste. De hecho, podemos regocijarnos aún en el sufrimiento. Por ejemplo, los apóstoles se regocijaron de sufrir por la causa de Cristo (Hech. 5:41). Otro ejemplo, Pablo y Silas cantaron himnos de alabanza cuando el sufrimiento aún no cesaba, es decir, mientras permanecían en el calabozo (Hech. 16:24,25). En fin, no importa la circunstancia, siempre alguna forma de adoración será oportuna, porque Dios siempre es digno de ser alabado.