En medio de su discusión sobre la paciencia,
Santiago incluye esta amonestación práctica, “Hermanos, no os quejéis unos
contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la
puerta” (Sant. 5:9). Es un poco incierto si la opresión que estaba
sufriendo el auditorio de Santiago provino exclusivamente de afuera o fue parcialmente
de hermanos abusivos. Sea cual fuere el caso particular, Santiago advierte
contra una de las expresiones más comunes de impaciencia: Quejarse. Cuando las cosas no salen como queremos,
tendemos a irritarnos. Incluso, los pequeños asuntos que de otro modo podríamos
pasar por alto captan nuestra atención. Con demasiada frecuencia descargamos
nuestra frustración en los demás, ya sea culpándolos injustamente o quejándonos
de ellos, y contra ellos. Sí, el refunfuño es síntoma de un problema mayor (cf.
Sant. 1:8; 4:8). Santiago nos recuerda que estas quejas
enfrentan un juicio severo, y el juez está justo en la puerta ingresando al
tribunal para juzgar. Si bien podemos estar ansiosos de que el Señor intervenga
extendiendo su mano poderosa, Santiago quiere que nos detengamos y consideremos
si estamos listos para que él nos juzgue. ¿Lo estamos?