“Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la
tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no
sea no, para que no caigáis en condenación” (Sant. 5:12).
Por Josué I. Hernández
Este versículo nos recuerda lo que Jesús dijo en “El sermón del monte”
cuando señaló el uso de juramentos en el habla cotidiana. Sin embargo, en ambos
pasajes aprendemos que Dios espera que seamos personas íntegras, que siempre digamos
la verdad, y que cumplamos nuestros compromisos. Por lo tanto, hacer un
juramento no aumenta nuestra obligación de ser veraz, así como no hacerlo no la
disminuye. “Como lo ha hecho en repetidas ocasiones en su epístola, Santiago hizo
hincapié en que la forma de hablar de una persona suministra la evidencia más
reveladora de su condición espiritual (cp. Sant. 1:26; 2:12; 3:2-11; 4:11)” (J.
F. MacArthur). “Era un pecado común de ese día marcar la conversación ordinaria con
todo tipo de imprecaciones y juramentos utilizados como un dispositivo para
establecer credibilidad. Aparentemente, muchos a quienes escribió Santiago eran
culpables de esto, de ahí el énfasis en ello” (J. B. Coffman). Los diferentes comentarios a los cuales hemos podido acceder no dejan
del todo claro si es que hay una conexión de este versículo con el contexto
circundante. No obstante, este estudiante de la Biblia cree que hay una
conexión particular con el sufrimiento, indicado en los versículos anteriores
(v.7-11), debido a lo cual, en el versículo 12, Santiago dijo, “Y sobre todo” (LBLA),
“Pero ante todo” (VM). En fin, Santiago enfatiza la atención que debemos dar a nuestra habla,
la cual indica la condición de nuestro corazón y expone nuestra integridad o la
falta de ella.