Dos ejemplos de paciencia

 


Por Josué I. Hernández

 
Santiago elogia la paciencia en todo sentido de la palabra, ya sea en cuanto a la perseverancia bajo la prueba, es decir, el aguante y la firmeza, ya sea en cuanto a mantener la compostura, la longanimidad. Entonces, para ayudarnos a desarrollar la paciencia Santiago nos señala dos valiosos ejemplos del Antiguo Testamento.
 
“Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Sant. 5:10,11).
 
Los profetas y Job nos enseñan tres lecciones valiosas. Queremos enfocar estas tres lecciones en el presente artículo.
 
En primer lugar, el sufrimiento es transversal, es decir, ocurre también al pueblo de Dios. A pesar del honor de ser un profeta del Altísimo, un vocero inspirado de Dios, los profetas no fueron tratados con el respeto que merecían. Por el contrario, fueron maltratados por sus propios compatriotas, generalmente, por el mensaje que predicaban. Esteban preguntó al Sanedrín, “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres?” (Hech. 7:52).
 
El sufrimiento de Job fue diferente. Sencillamente, fue un asalto directo de Satanás. En ese momento, sin embargo, Job no estaba en posición de ver la razón por la cual le sobrevino la prueba. La falta de percepción le provocó mucha angustia. Entonces, ya sea que entendamos o no, el hecho es que el pueblo de Dios sufre.
 
En segundo lugar, debemos aprender a soportar el sufrimiento. Los profetas lo hicieron, y continuaron predicando, a pesar de la oposición severa de los incrédulos. Por ejemplo, Habacuc preguntó, “¿Hasta cuándo, oh Jehová…?” (Hab. 1:2), Jeremías lamentó ser hecho el hazmerreir del pueblo (Jer. 20:7), y Elías sintió que él era el único que procuraba hacer lo correcto (1 Rey 19:10). Sea como fuere el caso, los profetas de Dios persistieron fielmente a pesar del sufrimiento, tanto así que Jeremías comparó la palabra de Dios como un fuego en sus huesos que no pudo contener (Jer. 20:9).
 
Job también soportó el sufrimiento. A veces leemos que su paciencia menguaba, en un momento se enojó, en otro se quejó, pero se mantuvo firme mientras expresaba sus emociones en su falta de mayor entendimiento. En un momento dijo, “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15).
 
Por último, toda la experiencia, por muy dolorosa que sea, vale la pena. Los profetas que resistieron fielmente fueron bendecidos. Jesús nos recuerda cómo debemos reaccionar cuando somos maltratados, “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mat. 5:12). Job también fue bendecido. Al final de su historia, después de confesar sus limitaciones y comentarios inapropiados, el Señor le restableció, “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job” (Job 42:10).
 
Santiago nos enseñó que la corona de vida será de los que perseveran, resisten, persisten (Sant. 1:12). El sufrimiento actual no es digno de ser comparado con la gloria venidera (Rom. 8:18).