La paciencia es crucial, tanto así que
Santiago comienza su libro enfatizando su importancia, y cerca del final vuelve
a enfocarla, “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor”
(Sant. 5:7). Santiago usa dos palabras diferentes para referirse
a la paciencia. Una palabra enfatiza el aguante bajo una carga pesada y
dolorosa, la segunda apunta a mantener la compostura. Las traducciones modernas
usan resistencia o constancia, o algún equivalente, para la primera palabra, y
paciencia para la segunda. Sin embargo, ya sea que estemos entre la espada y la
pared, respecto a rendirnos o estallar, necesitamos paciencia. Gracias a Dios,
el argumento de Santiago revela algunas cosas específicas que podemos hacer para
desarrollar la paciencia. En primer lugar, debemos recordar que algunas
cosas simplemente toman tiempo, y no podemos tenerlas ahora mismo a pesar de nuestra
impaciencia, “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del
Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando
con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también
vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se
acerca” (Sant. 5:7,8). Vivimos en una sociedad que no valora la
paciencia, que desea todo rápido, si es posible, instantáneo. En pocas
palabras, queremos todo aquí y ahora. No obstante, el universo no puede subordinarse
a nuestra impaciencia. Por ejemplo, al predicar el evangelio nos
encontraremos con toda clase de personas. No todo oyente será un eunuco etíope
o un carcelero de Filipos. Muchos no comprenden de inmediato, o no quieren
comprender. Otros entienden, pero no obedecen. Por tanto, los predicadores y
maestros de la palabra deben ser pacientes (cf. 2 Tim. 2:24-26) al predicar a
tiempo y a destiempo (2 Tim. 4:2). Al esforzarnos por crecer espiritualmente nos
encontraremos con toda suerte de obstáculos. Así como las tasas de desarrollo
varían entre los niños, y el proceso siempre es gradual y continuo, así también
nuestro crecimiento espiritual requerirá esfuerzo paciente (cf. 1 Ped. 2:2; 2
Ped. 3:18; Heb. 5:12-14; Fil. 3:15,16). En el contexto, Santiago está tratando la necesaria
rectificación de errores. Esta es un área crítica de nuestra vida cristiana.
Simplemente, debemos arrepentirnos y dar frutos dignos de arrepentimiento siempre
que sea necesario. En segundo lugar, debemos dejar que el Señor haga
su obra, y esperar en él, “Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros
corazones; porque la venida del Señor se acerca” (Sant. 5:8). No sabemos cuándo
ha de venir nuestro Señor, pero debemos vivir como si estuviera cerca, muy
cerca, ya que podría llegar en cualquier momento. El punto de Santiago es
sencillo, pero elocuente, “fortaleced vuestros corazones” (JER). Piense en todas las aplicaciones que
podríamos hacer respecto a la paciencia. Permítame indicar tres. Debemos dejar que el poder del evangelio obre
en los corazones de los oyentes, resistiendo la tentación de forzar con
impaciencia un proceso que necesariamente tomará algún tiempo. Una manera impaciente
de predicar sería el diluir los requisitos que el Señor ha impuesto o mezclar
el evangelio con incentivos carnales. Debemos dejar la venganza al Señor y resistir
la tentación de desquitarnos de nuestros enemigos (Rom. 12:17-21). Debemos persistir en la oración, sin
rendirnos, confiando en amor de nuestro Padre celestial (cf. Mat. 7:7-11; Luc.
18:1; Ef. 6:18; Col. 4:2; 1 Tes. 5:17).