El poder de la oración

 


Por Josué I. Hernández

 
Santiago anima a los cristianos a orar los unos por los otros, especialmente cuando hay alguna enfermedad, ya sea física, ya sea espiritual, o ambas. Santiago nos da esperanza, “La oración eficaz del justo puede lograr mucho” (Sant. 5:16, LBLA). “Mucho puede la suplica ferviente del hombre justo” (VM). “La oración ferviente del justo tiene mucho poder” (JER).
 
La afirmación esperanzadora es sustentada con un hecho histórico en la vida del profeta Elías, “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses” (Sant. 5:17). Curiosamente, la oración de Elías no se menciona específicamente en el relato del Antiguo Testamento al cual hace referencia Santiago, pero se implica. El argumento de Santiago, por lo tanto, está basado en una implicación, y es, por consiguiente, una inferencia necesaria.
 
Elías vivió en los días de Acab y Jezabel, quienes fueron hasta aquel momento los gobernantes más impíos de Israel. Popularizaron el culto a Baal, alejando a la nación de Dios. Entonces, era necesario que Dios levantara a un profeta en aquel momento de crisis, el cual serviría como una llamada de atención seria. Elías, entonces, oró, y luego dijo al rey Acab: “Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra” (1 Rey. 17:1).
 
Tres años después, Elías se enfrentó a los profetas de Baal en una disputa decisiva la cual ocurrió en el monte Carmelo. Dios demostró su gloriosa supremacía al enviar fuego del cielo para consumir el sacrificio de Elías junto con las piedras del altar, el agua, e incluso, el polvo que rodeaba el altar. A consecuencia de aquello la nación respondió reconociendo a Dios y colaborando en la ejecución de los profetas de Baal (1 Rey. 18:20-40).
 
Fue entonces que Elías anunció lluvia. Este estudiante de la Biblia cree que 1 Reyes 18:42 es el momento en que Elías oró, luego de haber anunciado la lluvia. Los versículos siguientes indican que Elías oró con fervor y diligencia varias veces. “Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia” (1 Rey. 18:45). “Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” (Sant. 5:18). ¡Ciertamente, la oración es poderosa viniendo de los justos!
 
Un crítico podría objetar afirmando que “Elías era un profeta, y que como profeta su caso no se aplica a nosotros”. Es verdad, Elías era un profeta, pero recuerde lo que dijo Santiago, “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras”.
 
El punto de Santiago es que la oración es una herramienta poderosa, que nace de la humildad y la confianza, que requiere perseverancia y diligencia, y que es eficaz viniendo de los justos. Pero, los justos no son una raza de “superhumanos”. Los justos son los hombres y mujeres en Cristo comprometidos totalmente con Dios y que buscan siempre hacer la voluntad de él. Y esperamos que usted se encuentre en este grupo.