Fervientes en la oración

 


“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar” (Col. 4:2-4).


Por Josué I. Hernández

 
La oración es una poderosa bendición espiritual que no debe ser postergada. El apóstol Pablo confiaba en el poder de la perseverancia en la oración. Él sabía que las oraciones persistentes ofrecidas por sus compañeros colosenses tendrían un potente efecto en su vida y ministerio. Sus exhortaciones nos animan también a nosotros, para que oremos de la misma manera.
 
“Perseverad en la oración” (Col. 4:2). Somos exhortados a orar sin cesar (1 Tes. 5:17). La diligencia dedicada en la oración es un rasgo distintivo de los discípulos fieles. Jesús enseñó “sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Luc. 18:1). Simplemente, demostramos nuestra fe en Dios cuando expresamos nuestra dependencia en oración (Luc. 18:1-8; Heb. 4:14-16). No oramos para informar a Dios (cf. Mat. 6:8,32) oramos porque confiamos en su cuidado paternal (Mat. 7:9-11).
 
“Perseverad en la oración, velando en ella” (Col. 4:2). La oración vigilante es vital. Esta es la manera de mantenernos despiertos, en estado de alerta. La oración es la forma de expresar los anhelos más profundos de nuestro corazón (cf. Rom. 10:1) en “peticiones delante de Dios en toda oración y ruego” (Fil. 4:6). Es la manera de mantenernos vigilantes, sintonizando con las circunstancias inmediatas y confiando en que Dios responderá (1 Jn. 5:14,15) conforme a su voluntad (cf. Mat. 6:10).
 
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col. 4:2). Como dijo Santiago, “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (Sant. 1:17). Sencillamente, estamos agradecidos por todas las bendiciones que hemos recibido y estamos recibiendo, y no escatimamos en expresar nuestra gratitud. Sabemos que el espíritu agradecido es aprobado delante de Dios (cf. Luc. 17:11-19). En fin, seguimos el ejemplo de todos los fieles agradecidos al expresar nuestra gratitud.
 
“orando también al mismo tiempo por nosotros” (Col. 4:3). Debemos orar por los demás, no solo por nosotros mismos (cf. Sant. 5:16). Intercedemos por ellos delante de nuestro Dios y Padre. La oración de intercesión es un deber cristiano (1 Tim. 2:1). Samuel dijo que era pecado no orar por otros (1 Sam. 12:23). La oración intercesora hace una gran diferencia, es decir, tiene un potente efecto, y es una buena obra (cf. Col. 4:12). Algunas bendiciones Dios no serán concedidas a menos que intercedamos por otros en el ferviente ejercicio de la fe y el amor (cf. Ex 32:10-14; Luc. 22:31,32).
 
“orando… para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar” (Col. 4:3,4). Debemos orar para que las oportunidades de predicación sean concedidas por el Señor. Es el Señor quien abre la puerta (cf. Apoc. 3:7,8; 1 Cor. 16:9; 2 Cor. 2:12). “Si era necesaria la oración a Dios para que abriera puertas aun para el apóstol Pablo, cuánto más debemos nosotros orar que nos abra puertas para la palabra. Al mismo tiempo hay que estar alerta para aprovechar toda oportunidad” (W. Partain).  Todo predicador del evangelio debe orar “para que lo manifieste como debo hablar”, porque un buen mensaje podría ser proclamado mal. Todos los santos debemos unirnos para orar por estas maravillosas cosas.