La fe es creencia, específicamente, una creencia
que es lo suficientemente fuerte para gobernar la conducta, es decir, una
fuerte convicción por la persuasión de la mente. La Biblia dice que la fe viene
por oír la palabra de Dios (cf. Hech. 14:1; 15:7). Por lo tanto, la fe no es un
salto a ciegas, o una ilusión, o una esperanza emocional. La fe no es algo que se
tiene cuando Dios la implanta en el corazón. La fe es una conclusión razonable
basada en el testimonio, en la evidencia. La fe es la respuesta de confianza
por lo que Dios dice, “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra
de Dios” (Rom. 10:17). Siendo este el caso, hay varias implicaciones. Necesitamos una base bíblica para sustentar
lo que creemos. No podemos conocer los pensamientos de Dios sin que él los
comunique, así como no podríamos conocer los pensamientos de los demás sin que
ellos los comuniquen (cf. 1 Cor. 2:11). Cuando alguien afirma, aparte de la
sólida evidencia bíblica, “creo que es así”, aquella persona en realidad está
comunicando una convicción personal que no está basada en la evidencia bíblica.
Esta clase de convicción es fe, pero no es la fe salvadora. La Biblia es una revelación objetiva dirigida
por el Espíritu Santo, no por las reflexiones privadas de los escritores
humanos involucrados en el proceso de revelación (cf. 2 Ped. 1:20,21). La
validez de la fe salvadora se encuentra en su fundamento, en otras palabras, se
basa en creer lo que ha dicho Dios de manera escrita (cf. Ef. 3:4; 2 Tes. 2:15;
3:6). Cuando llegamos a este punto, es fácil reconocer
una falacia común. Nos referimos a la falacia de afirmar que Dios aprueba alguna
cosa simplemente porque él no dijo que no se pueda hacer tal cosa (“La Biblia
no dice que no se pueda hacer”). Si pensamos cuidadosamente, evidentemente
comprendemos que este razonamiento no está sustentado en lo que Dios ha dicho,
sino en lo que él no dijo, es decir en la falta de comunicación. ¿Cómo podría alguno
sustentar su fe en la falta de comunicación? ¡La fe salvadora no está basada en
lo que Dios no dijo, sino en lo que él dijo! Avanzando un poquito más, debemos enfocar la
importancia de incluir todo (100%) lo que Dios ha dicho para tener una fe
adecuada. El salmista dijo, “La suma de tu palabra es verdad” (Sal. 119:160).
Podemos llegar a conclusiones erróneas si nuestra fe se basa solamente en una
parte de lo que Dios dice sobre un tema. Por ejemplo, si alguno concluye que
todo lo que se requiere para ser salvo es creer en Jesús (Mar. 16:15,16), está ignorando
otros requisitos declarados como esenciales para la salvación, como son el arrepentimiento
(Hech. 17:30,31), la confesión (Hech. 8:37; Rom. 10:9,10), y el bautismo (Hech.
22:16; 1 Ped. 3:21). La fe requiere que creamos (“confiemos” en)
todo el testimonio de Dios, la totalidad de la revelación escrita de Dios en la
Biblia. No podemos simplemente descartar los versículos de la Biblia que
contradicen nuestras tradiciones o doctrinas, o ambas. Por último, debemos rechazar la noción
popular de creencias contradictorias. La Biblia indica que hay un solo sistema
de fe (Ef. 4:5) así como hay un Señor y un Dios. Dios no es autor de confusión
(cf. 1 Cor. 14:33). La verdad no se contradice a sí misma. Dios ha hablado, y ha
hablado en la Biblia. Simplemente, no hay tal cosa como “tu verdad” o “mi
verdad”. Si diferimos, una de dos cosas está sucediendo, uno de nosotros está
equivocado, quizás ambos lo estamos. Los fariseos creían en la resurrección, los
saduceos no (cf. Hech. 23:8). Jesús no dijo a los saduceos, “esta es sólo su
interpretación”. Simple y llanamente Jesús les dijo que estaban errados y que
ignoraban las Escrituras por su prejuicio (Mat. 22:29). Sí, la fe viene por oír, y entre más atención
demos a las cosas reveladas por Dios en su palabra, más fe tendremos a
consecuencia de ello. Por lo tanto, que dediquemos más tiempo a estudiar la bendita
palabra de Dios.