Riquezas y miseria

 


Por Josué I. Hernández

 
Santiago escribió, “Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros” (Sant. 5:1, JER).
 
No solemos pensar en los ricos como si fueran personas miserables. No obstante, la mayoría de los ricos son menos felices de lo que uno podría pensar. Sin embargo, este no es el punto de Santiago aquí. Específicamente, Santiago indica una miseria futura para los ricos por la ruina presente de sus posesiones. Ciertamente, el lenguaje de Santiago sugiere cuatro problemas específicos que de ninguna manera se limitan a los ricos. Estos problemas pueden afectarnos a todos nosotros. Por lo tanto, nuevamente la enseñanza de Santiago es práctica.
 
El acaparamiento. “Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros” (Sant. 5:2,3).
 
Las polillas y el óxido atacan más fácilmente las cosas almacenadas que las cosas de uso cotidiano. El dinero, y lo que él compra, debe usarse, no simplemente acumularse. Vemos aquí un escrito pertinente que señala un problema común. Si no determinamos el límite, ¿cuánto más queremos tener hasta decir “con esto basta”?
 
El engaño. “He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos” (Sant. 5:4).
 
La avaricia impulsa mucha injusticia social. La injusticia en los tratos comerciales es uno de los vicios más comunes que jamás encontraremos. Obviamente, este problema no se soluciona con una reforma social o un cambio en la constitución. Puede regularse con leyes, pero el avaro siempre busca formas para eludir y engañar, y eventualmente encuentra nuevas.
 
Santiago señaló a quienes no pagarían a sus trabajadores, algo que la ley de Moisés (cf. Deut. 24:14,15) y la ley de Cristo indican como necesario (Mat. 20:2,8; Rom. 13:8-10; Col. 4:1; 1 Tim. 6:18). Sencillamente, no pagar un precio justo por los bienes y no pagar las facturas (ej., los préstamos y tarjetas de crédito) son prácticas afines. No obstante, no importa cuán poderoso, o astuto, o tramposo, sea alguno, simplemente no es rival contra el “Señor de los ejércitos”.
 
El lujo. “Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza” (Sant. 5:5). Los términos que utiliza Santiago apuntan al lujo y la falta de moderación. La Biblia de las Américas traduce, “Habéis vivido lujosamente sobre la tierra, y habéis llevado una vida de placer desenfrenado”. He aquí la actitud que Santiago reprende severamente.
 
Deténgase un momento conmigo y mire su billetera. Podemos hacer una aplicación aquí. ¿A dónde fue a parar su dinero? Sí, me refiero al dinero que Dios le permitió obtener por el trabajo duro (cf. Ef. 4:28; 1 Tes. 4:11,12; 2 Tes. 3:12). ¿Ha malgastado su dinero comprando los dispositivos electrónicos de moda, la mejor ropa, la mejor diversión? Para nuestro asombro, Santiago compara el gasto egoísta y desenfrenado con engordar a un animal para el matadero.
 
El abuso. “Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia” (Sant. 5:6).
 
Santiago condena el abuso de aquellos que tienen el poder para hacer a un lado a quienes se interponen en su camino, y alcanzar sus metas egoístas mediante el abuso de los impotentes (cf. 1 Rey. 21:1-16). Seguramente el lector podría argumentar que no tiene ni el dinero ni el poder para avasallar de semejante forma a otros; sin embargo, el abuso de otros para lograr metas egoístas es tan común que lo podemos encontrar en el barrio, en la familia, e incluso, en la iglesia local.