“Ahora me gozo en lo
que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones
de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; de la cual fui hecho ministro,
según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que
anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto
desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a
quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio
entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien
anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda
sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo
cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente
en mí”
(Col. 1:24-29).
Por Josué I. Hernández
La mayordomía de Pablo consistía en anunciar “cumplidamente
la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y
edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (Col. 1:25,26).
El propósito redentor de Dios, escondido por
tanto tiempo, es revelado mediante su Santo Hijo (cf. Heb. 1:1,2), y conforme a
este plan Dios ha revelado sus riquezas espirituales a todas las naciones (cf.
Ef. 1:3-14). Ahora bien, el centro del misterio de la redención es “Cristo en
vosotros”, quien asegura nuestra esperanza de gloria eterna (cf. Heb. 6:19,20).
Pero, la morada de Cristo en el corazón es condicional y objetiva. En otras
palabras, Cristo mora en uno siempre y cuando se cumplan ciertas condiciones.
Cristo mora en el corazón del cristiano “por
la fe” (Ef. 3:17). La fe es certeza y convicción respecto a la palabra de Dios
(Heb. 11:1,6; Rom. 10:17). La fe no es
una mera emoción, sino la persuasión de la mente por la palabra de Dios para
hacer lo debido. Por lo tanto, la fe es confianza para seguir a Jesús según las
indicaciones de su palabra (cf. Jn. 10:3-5; Ef. 2:17; 4:20,21; Col. 3:16,17,23).
La fe en la palabra de Cristo mueve al
creyente a ser bautizado en él (Gal. 3:26,27), para llegar así a ser añadido a
su iglesia (Mat. 28:19; Hech. 2:47; Col. 1:13,14).
Cristo está en nosotros, cuando su palabra
mora en nosotros (cf. Col. 3:16; 1 Jn. 2:24,25), y así andamos “como él anduvo”
(1 Jn. 2:5,6). Dicho de otro modo, Cristo está en nosotros cuando guardamos su
palabra (cf. Jn. 14:23; 15:3,7,10) sin apartarnos “de la esperanza del
evangelio” (cf. Col. 1:23,28; 3:1-4).
¿Permanece Cristo en
ti?
¿Tienes esperanza de gloria eterna?