Señor, auméntanos la fe



Por Josué I. Hernández

 
“Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe” (Luc. 17:5). Ciertamente, ellos se sentían ineptos frente al patrón conductual que el Señor les llamaba a seguir. Les faltaba fe. Ahora bien, en lugar de obrar un milagro para poner fe en los corazones de los apóstoles, Jesús les enseñó como podían hacer crecer su fe. Dicho de otro modo, es responsabilidad de cada uno el crecer en fe para con Dios.
 
La fe aumenta al confiar en lo que la fe misma puede lograr (Luc. 17:6). En otras palabras, la fe es la fuerza y convicción que nos activa para vivir en armonía con la voluntad de Dios (cf. Hech. 15:7; Rom. 10:17; Heb. 11:1). Es el combustible que alimenta el motor de nuestras vidas (cf. 2 Cor. 5:7; Heb. 11:2-40). Podemos lograr todo lo que Dios dice que hagamos cuando confiamos en la capacidad de la fe.
 
La fe aumenta al ofrecer el servicio de la fe (Luc. 17:7,8). La fe en el Señor requiere que le sirvamos a él, y no a nosotros mismos. Nuestra fe no crecerá hasta que nos humillemos ante el Señor y confiemos en él (cf. Sant. 4:6; 1 Ped. 5:6), poniéndolo a él sobre todas las cosas.
 
La fe aumenta al obedecer el deber de la fe (Luc. 17:9,10). Así como un siervo tiene deberes que cumplir, los discípulos de Cristo deben hacer todo lo que el Señor nos mande (cf. Luc. 17:10; Col. 3:17,23). No tenemos nada de qué jactarnos cuando obedecemos a Cristo con fe. No hemos ganado nada. Solo estamos cumpliendo nuestro deber para con él. La fe está muerta sin la obediencia (Sant. 2:20), y la obediencia es la evidencia del amor (cf. Jn. 14:15; 15:10).
 
Para fortalecer nuestra fe debemos seguir las instrucciones del apóstol Pedro, “añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 Ped. 1:5-7). 

Debemos confiar en la capacidad de la fe, ofrecer el servicio de la fe, y obedecer el deber de la fe. Si hacemos esto, el Señor aumentará nuestra fe (Fil. 2:12,13), y mediante esa fe, Dios nos guardará con su poder (1 Ped. 1:5).